Enrique Jardiel Poncela: el acertijo de su Sherlock Holmes |
Casi nadie sabe que soy un
desastre con los acertijos: sólo el Xisco y el Pruden.
Desde 1983 a 1986 se editó la
revista mensual Cacumen de pasatiempos de ingenio:
matemáticas recreativas, juegos de estrategia abstractos, puzle, con algún
cómic y relatos cortos. ¿Da susto verdad? Mi blog y mis aficiones no son más
que una vulgar y mediocre recreación de aquella mítica revista que sólo tres
recordamos y de la cual no conservo ningún ejemplar.
Yo era muy malo con
aquellos acertijos pero mis amigos Francisco Benítez Merino y Prudencio
Domínguez Recio eran, y siguen siendo, unos fenómenos resolviéndolos. Aprendí
mucho de ellos. Y aún sigo siendo un fanático de los Juegos, de la Teoría
de Juegos. Nos conocemos desde 1º de EGB (se cursa con 6 años) y
coincidimos siempre en la misma clase hasta COU (se cursa con 18 años), además desde
los 11 hasta los 20 años fuimos compañeros y confundadores del equipo de balonmano de las
Escuelas Nacionales Bellavista primero y luego refundamos L’Associació Esportiva Handbol Les
Franqueses (la inicial de 1959 cesó
en sus actividades, aún recuerdo mi intervención en el pleno del Ayuntamiento
para … pero bueno, eso es una historia que merece ser contada en otro momento y
lugar). Con Xisco y Pruden aún hoy, nos juntamos a tomar cervezas (junto a un buen puñado de compañeros y compañeras
de EGB) cuando subo desde Málaga a ver a mis octogenarios padres a Bellavista,
el barrio más populoso y popular de Les Franqueses del Vallés.
Sigo siendo torpe con los
acertijo pero les echo mucho pundonor y método, mucho método. La solución de un
acertijo está bien, pero lo aditivo es su resolución, el camino que lleva a la
solución y sus múltiples fracasos. Siempre es así, con cualquiera de los que he
resuelto y adornan este blog, pero con este de Jardiel ha sido excepcional. El
acertijo en sí es trivial, pero al tirar del hilo de la incongruencia inicial,
es alucinante la urdimbre que afloró. Jardiel es posiblemente lo más cercano a
un Oscar Wilde español, destacando lo mordaz y cortante que podía llegar a ser.
Pero no me adelantó, crucemos los puentes cuando lleguemos a ellos.
El texto de este artículo,
recortado el anexo final, se publicó en papel y está disponible digitalmente
para los socios de la Asociación Círculo Holmes, de la
que tengo el placer de ser socio. Se publicó en el boletín trimestral: Jezail Bulletin Publicaciones Círculo Holmes. Año XIX, número 66, Primer
Trimestre 2018. El secretario de la asociación le dedicó las siguientes líneas
introductorias. Cita de las páginas 4 y 5:
“… Y ahora, una pequeña gran monografía que nos ha obligado a prescindir de algunas de nuestras secciones habituales debido a su extensión. Está dedicado a uno de los escritores que mejor trataron con humor e ingenio las más disparatadas aventuras del señor Sherlock Holmes. Hablar de Enrique Jardiel Poncela es hacerlo de uno de los principales nombres del teatro cómico español. Infravolarado en su tiempo, los años afortunadamente están consiguiendo recuperarle para las nuevas generaciones ubicándolo de nuevo en el más alto pedestal de los maestros de la literatura española contemporánea. En su afilada pluma, la lógica de lo inverosímil brilla como boliche nuevo en día de domingo. Es un placer para nosotros en el “El libro de recortes de Sherlock Holmes”, poder publicar un pormenorizado estudio de nuestro socio Paco Mancera sobre Jardiel Poncela y nuestro sabueso investigador favorito. Uno de aquellos textos que además de garantizar por su calidad el futuro de nuestro Boletín, son esenciales para la continua mejora de su difusión. Un texto para enmarcar y consultar más de una vez, aunque servidor confiesa que el cacumen comenzó a humearle en cuanto las aguas de tinta entraron en complejas ecuaciones y es que como dicen ustedes, caballero de letras soy. Les aconsejamos por tanto que acompañen su lectura con lápiz, papel y calculadora. Los necesitarán.
John H. McFarlane, from Graham & McFarlane (Jaume
Gabaldà). …”
Se da la agradable circunstancia que Jaume Gabaldà es el autor de Más novísimas aventuras de Sherlock Holmes (2014) editado por Círculo Holmes, una continuación de las Novísimas aventuras de Sherlock Holmes de Jardiel. El pastiche holmesiano goza de una excelente salud, pero pastiche holmesiano jardielano sólo conozco el surgido por la pluma de Jaume. En el artículo que estas palabras preceden, apelo a Alberto López Aroca para ubicar el pastiche de Jardiel, en su correcto contexto. No es coincidencia que Jaume pidiera a Alberto que prologara su libro, también lo hizo con Sofia Rhei autora de un pastiche en cuatro entregas de los más original y gratificante que he leído: El Pequeño Moriarty. Voy a citar parte del prólogo de Alberto porque complementa y agrandan lo que escribió, y yo cité, en el artículo que sigue a esta entradilla:
“… Por supuesto, el señor Gabaldà no sólo nos aporta nuevas
pistas sobre viejos temas, sino que nos revela el azaroso presente del señor
Sherlock Holmes —acosado por los acreedores como un Vázquez cualquiera—, sus
más modernas hazañas —que no dejan de tener un atractivo toque retro al 1895
style—, y quizá alguno de sus secretos mejor guardados (aquí hay que abrir la
lata de risas de Moriarty, enlatadas y envasadas al vacío desde 1891).
Estas historias
no revisionistas —pues encajan perfectamente con todo lo que sabemos del Maestro—
nos desvelan unos segmentos biográficos de Holmes en nuestros días, desde la
febril perspectiva de una narrador-protagonista jardielponceliano que, avisamos
al lector, ha bebido no sólo de Conan Doyle en versión de Amando Lázaro Ros,
sino de esa Fuente de la Eterna Juventud que son los tebeos publicados por
Editorial Bruguera y toda aquella magnífica caterva de creadores compulsivos,
entre cuyos nombres más ilustres debemos citar a Raf, Ibáñez, Escobar, Cifré,
Conti, Martz Schmidt, Jan, y una legión más —a Vázquez mejor no invocarlo por
segunda vez, no vaya a darnos un sablazo desde el más allá—. Si a esto le
añadimos que Gabaldà ha sabido hilvanar, armado con bolígrafo, papel y un
sentido del humor universal, las aventuras de Sherlock Holmes con las del
mítico —y hoy apenas conocido, por desgracia— Pinocho de Bartolozzi, así como
con su archienemigo Chapete, y con todo un universo salido de cuentos de hadas
polvorientos, olvidados, maravillosos, podemos decir sin temor a equivocarnos
que estos pastiches indudablemente mitográfico creativos superan en muchos
aspectos a los realizados por los contemporáneos de Gabaldà (que suelen
quedarse en emparentar o reunir al Gran Detective, como mucho, con sus descendientes,
lógicos de la literatura popular), y lo sitúan en la vanguardia pastichera de
escritores brillantes y descarados como Kim Newman o el mismísimo Alan Moore.
…”
Hoy publico digitalmente este
artículo, sin duda el mejor de temática holmesiana que he escrito, con la
certeza que no volverá a verse editado en papel. El medio digital es mucho más
efímero que el papel, a la hora de preservar un texto a lo largo del tiempo.
Vivimos en un inmenso espejismo y el más falaz de todos es la falsa sensación
de permanencia e inmutabilidad que transmite el universo digital, el que otrora
se llamará universo cibernético o ciberespacio. Os propongo alejarnos de tan
procelosa realidad y sumerjámonos en el singular espacio jardeliano. Me gustaría despedirme con aquello de “os dejo
en mejores manos”, pero como son las mías, sólo lo haré con un “ahora nos vemos”.
by PacoMan
La resolución del acertijo en el Sherlock Holmes de Jardiel
—Empiezo a pensar, Watson —dijo Holmes—, que cometo un error al dar explicaciones. Omne ignotum pro magnifico[1], como usted sabe, y mi pobre reputación, en lo poco que vale, se vendrá abajo si sigo siendo tan ingenuo.
La Liga de los Pelirrojos (agosto de 1891).
Introducción
Autoretrato |
en muchos formatos, por diversas editoriales y en distintos momentos del tiempo, como veremos más adelante. La última edición (que no reimpresión) de estos escritos la ha llevado a cabo la editorial Rey Leal en dos volúmenes, siendo las ediciones que señalo a continuación y con las que he trabajado y de donde tomo abundantes citas en este artículo:
Los 38 asesinatos y medio del Castillo de
Hull, 4ª edición, Madrid, noviembre de 2010 (1ª edición en febrero de
2007), número 3 de la colección «Breviarios del Rey Lear». Prólogo del editor
para la 3ª edición en febrero de 2010.
Novísimas aventuras de Sherlock Holmes,
1ª edición, Madrid, mayo de 2008, número 14 de la colección «Breviarios del Rey
Lear». Prólogo de Rafael Reig (2008).
Estas
dos obras siguen gozando del favor del público:
«…
La librería especializada en literatura negra y criminal Estudio en
Escarlata (en Madrid, en la esquina de Guzmán el Bueno con Fernández de los
Ríos) tiene el canon, y lo demás. "Existen cosas respetuosas y
desvaríos", explica su dueño, Juan Salvador. El libro más vendido en sus
seis años de negocio es, ojo, Los 38 asesinatos y medio del castillo de Hull,
de Jardiel Poncela.»[2]
Estamos,
pues, ante el pastiche de Sherlock más conocido en España. Tanto es así que el
14 de marzo de 1969, de 22:16 a 23:15 horas, TVE emitió en su canal de VHF (lo
que ahora conocemos como La Primera) la adaptación teatral de Los 38 asesinatos y medio del castillo
de Hull en su programa semanal Risa
Española. Se sabe que sus intérpretes principales fueron Valeriano
Andrés, Ignacio de Paúl, Julio Goróstegui, Valentín Tornos y Luis Varela, pero
no sabemos qué papel interpretó cada uno[3].
Valeriano
Andrés, posiblemente el Sherlock Holmes jardeliano |
Enrique
Jardiel Poncela (1901 – 1952) destaca como dramaturgo, pero también cultivó la
novela, el cuento e incluso trabajó de guionista en Hollywood (para Fox).
Jardiel se señaló en la guerra civil española en el lado nacional, el
bando del general golpista Francisco Franco. A pesar de su ideología
reaccionaria no encajaba del todo en el régimen franquista en general, y en
particular con la iglesia católica. Iglesia que no veía con buenos ojos el
humor, y menos cuando era inteligente. La crítica fue despiadada con él, nunca
le perdonaron su fama entre el público más popular. Acabó arruinado y en la
miseria al fracasar como empresario teatral, y eso a pesar de su éxito de
público[8].
Alberto
López Aroca, el gran erudito holmesiano patrio, rastrea las influencias del
Sherlock Holmes de Jardiel[9]:
«… El Holmes de nuestros bisabuelos llevaba monóculo y una pistola en la mano (y no se lo tomaban demasiado en serio, tal y como hacía Jardiel Poncela, quien se inspiró en los títulos alemanes para escribir su Novísimas aventuras de Sherlock Holmes13).
13
Sin
duda, Los asesinatos incongruentes del
castillo de Rock de Jardiel están inspirados en la novela de Matull La envenenadora del castillo de Rock; y La misa negra del barrio de Soho es una
parodia de La misa negra de Nápoles y
El sabueso del Soho (dos títulos
alemanes que, con frecuencia, se publicaron juntos en un solo volumen)…».
Pero las influencias no acaban aquí:
«…
los señores Cocoliche y Tragavientos, llamados “los reyes del detectivismo” y
admirados por Enrique Jardiel Poncela, quien en su infancia leyó los folletines
de un ignorado autor21 al que hemos logrado identificar, creemos que
casi satisfactoriamente, nada menos que con Ramón J. Sender».
21
Así
lo declara Jardiel en Amor se escribe sin
hache: «En la infancia, mis primeras lecturas fueron alborotadas,
incongruentes y diversas, lo cual les acontece a los niños que aman los libros
y que han nacido de padres inteligentes. Dueño de varias grandes librerías
repletas de volúmenes, leí al mismo tiempo a Dante que a Dickens, a Aristófanes
que a Andersen, a Píndaro que a Amicis, a Ovidio que a Byron, a Swendborg que a
Ganivet, a Lope que a Dumas, a Chateaubriand que a Conan Doyle, que al ignorado
autor de Cocoliche y Tragavientos…» No nos cabe la menor duda de que estos
personajes tuvieron mucho peso en Jardiel Poncela a la hora de concebir sus Novísimas aventuras de Sherlock Holmes.
El
profesor de la Universidad Complutense Felipe González Alcázar[10]
atribuye toda la inspiración de Jardiel al Canon, pero seguramente eso se deba
más al desconocimiento de lo apuntado por Aroca que a la convicción. En
cualquier caso, en su artículo nos desvela las claves con las que interpretar
estos textos de Jardiel:
«…
Jardiel aplica, efectivamente, este tipo de inversión a las novelas de Conan
Doyle jugando con la implicación de los dos movimientos básicos de la parodia
que actúan al unísono: la identificación con las formas conocidas y el
retorcimiento de las mismas».
Y más adelante apostilla:
«… Esta parodia humorística (…) incide sobre el placer que todos hallamos en el reconocimiento. Ese reencuentro con lo conocido, con lo poseído íntimamente, rebosa de manera significativa en estas Novísimas aventuras».
El origen de
los 38 asesinatos
De la
Nota Previa firmada por el editor en
febrero de 2010 (que reproduzco en
su totalidad), se nos explica la génesis de Los 38 asesinatos y medio del Castillo de Hull (1936). En
adelante me referiré a ella como «la novela corta»:
«… A lo largo de 1928, Enrique Jardiel Poncela (Madrid 1901-1952) publicó en revistas semanales siete episodios y un prólogo parodiando al popular detective creado por Arthur Conan Doyle. Los tituló globalmente Novísimas aventuras de Sherlock Holmes. Todas ellas fueron recopiladas en 1930 dentro del volumen miscelánea El libro del convaleciente, editado por Biblioteca Nueva.
El
éxito de esta serie, en la que el propio Jardiel suplanta a Watson como narrador
y ayudante del detective, le llevó a desarrollar en 1936 una novela corta utilizando
para ello la trama del séptimo episodio, al que añadió partes del primero que
escribiera a modo de prólogo. La tituló Los
38 asesinatos y medio del Castillo de Rock y apareció de forma
independiente en un par de colecciones, entre ellas La Novela Corta.
Posteriormente, ya rebautizada como Los 38 asesinatos y medio del Castillo de Hull, Biblioteca Nueva volvió a recopilarla junto a otras novelas de pequeño tamaño en el segundo gran libro de miscelánea que editó a Jardiel, Exceso de equipaje, fechado en 1943.
Para
realizar esta nueva edición en REY LEAR, que ahora llega a su tercera
impresión, se han cotejado la mayoría de las anteriores y respetado el texto
fijado en Exceso de equipaje, que
presenta ligeras modificaciones respecto a las versiones precedentes; además,
se ha utilizado el tomito de la popular Colección Pulga 7 novísimas aventuras de Sherlock Holmes[11].
Las ilustraciones, también debidas a la pluma de Jardiel Poncela, han sido
entresacadas de El libro del
convaleciente».
El séptimo episodio es Los asesinatos incongruentes del Castillo Rock; en adelante me referiré a él como «el cuento».
Sorprenden algunas imprecisiones del editor. La primera es
que El libro del convaleciente
no se editó en 1930, sino en 1939[12].
En palabras del propio Jardiel, en el prólogo de la segunda edición, de 1945,
dice:
«…
En plena guerra civil española y durante una corta estancia en Buenos Aires
—otoño de 1937— se me ocurrió componer un tomo dedicado a los convalecientes de
la lucha, que poblaban Hospitales y Sanatorios, con la recopilación de un
centenar de antiguos trabajos cortos, publicados, al comienzo de mis
actividades literarias, en diversas revistas semanales, hoy desaparecidas.
Mi
propósito era, nada más y nada menos, que el de procurar a los convalecientes
de las trincheras una lectura divertida, ligera y un poco pueril, como debe ser
la lectura de todo convaleciente».
Y la
tercera cuestión: esta novela corta en realidad utiliza la trama del séptimo
episodio (Los asesinatos incongruentes
del Castillo de Rock), añade partes
del primero (La serpiente amaestrada
de Whitechapel) y toma el prólogo (en realidad, un primer episodio[14])
Mi encuentro con Holmes como prólogo
de la novela corta. En honor a la verdad, el editor enmienda ese error en la
nota titulada Reseña y Autor[15]
(sin firmar y, por tanto, atribuible al editor) que antecede al prólogo que el
escritor Rafael Reig hace al libro Novísimas
aventuras de Sherlock Holmes en la edición de Rey Lear.
«…
Antes de publicar Los 38 asesinatos y medio del Castillo de Hull
[BREVIARIOS DE REY LEAR, n° 3], Enrique Jardiel Poncela escribió siete relatos
y un prólogo protagonizados por Sherlock Holmes. Gracias a la buena acogida del
público, con el último de ellos, junto a recortes del primero y del prólogo,
compuso Los 38 asesinatos...».
Pero
lo que nos tiene aquí reunidos es el acertijo que Jardiel incrusta en su novela
corta y que no aparece en el cuento que la origina, Los asesinatos incongruentes del Castillo de Rock. En este cuento
hay un error (que aclararé al final de este artículo) que, en mi opinión, fue
excusa para que la crítica se ensañara con este relato en particular y con la
obra de Poncela en general. Cedo la palabra al profesor Manuel Martínez
Arnaldos[16],
que habla sobre la novela corta que nos ocupa:
«…
Por cierto que Jardiel Poncela escribe una introducción a la novela con el
título Aclaración a la idiotez del texto y dedicatoria a ciertos críticos
jovencitos en la que afirma, entre otras cosas, que el relato que a continuación
sigue lo ha escrito para ponerse a la altura de la idiotez de algunos críticos
que han censurado y procurado echar por tierra sus páginas más inteligentes;
por lo que les ofrece y dedica las páginas idiotas que siguen, con la seguridad
y satisfacción de merecer
esta vez su aplauso entusiasta. Unas consideraciones que luego, a lo largo del
desarrollo de la novela, le llevan a transgredir, parodiar e ironizar, las
numerosas frases y expresiones inglesas que se incluyen en el texto, tópicas y
estandarizadas, que, en nota a pie de página, siempre traduce del mismo modo:
“El tiempo es oro”. Por ejemplo: To be or not to be!: “El tiempo es
oro”; five o'clock tea: “El tiempo es oro”; etc.».
Antes de matizar las palabras de Martínez Arnaldos, leamos el
párrafo que Jardiel dedica a los críticos:
«…
Tras diez años de contemplar atenta y fríamente el panorama literario, he
adquirido el convencimiento de que la idiotez ha dejado de ser en literatura
una cualidad esporádica y desdeñada para convertirse en una cualidad frecuente
y elogiada a menudo por los críticos más viejos, expertos y severos. En cuanto
a los críticos jóvenes —que son quienes se merecen mayor atención de parte del
escritor, porque a ellos pertenece el porvenir de emitir juicios—, esos no solo
elogian la idiotez de un modo automático allí donde se les presenta, sino que,
en realidad, poseen unos cerebros tan idiotamente constituidos, que lo que no
tiene una densa cantidad de idiotez les parece idiota. (Y espero que este sagaz
análisis quede lo suficientemente claro, para no precisar de ninguna
explicación.) A los jóvenes cuya idiotez innata los ha llevado a censurar y a
intentar echar por tierra mis páginas más inteligentes, ofrezco y dedico las
páginas idiotas que siguen, con la seguridad y la satisfacción de merecer esta
vez su aplauso entusiasta. Si no lo logro, entenderé que aún no he puesto la
idiotez de mi pluma al nivel de la idiotez de las suyas, y en ese caso
procuraré ponerla en el futuro, añadiendo a la mezcla algunas gotas de
cretinismo, con lo cual ellos y yo seremos iguales y todo irá como sobre
ruedas... Ahora, que escribo páginas idiotas dedicadas a ciertos críticos
jóvenes, el lector inteligente debe esforzarse por sentirse idiota. Y así, no
perderá su tiempo ni habrá perdido su dinero».
En mi
opinión, la supuesta crítica sustentada, entre otras cosas, en el «error de
álgebra» lleva a Jardiel no sólo a introducir las frases en inglés a las que
alude el profesor Martínez, sino a introducir el acertijo matemático, complicar
un chascarrillo numérico (existente en el cuento) y ampliar el número de
asesinatos que se comenten, pasando de los doce del cuento a los treinta y ocho
y medio de la novela corta. Y todo para redimir el error numérico.
Si
bien es cierto que entre el cuento principal (y las aportaciones de los otros
dos) y la novela corta se realizan algunas alteraciones, sólo voy a analizar el
chascarrillo, el acertijo (que como ya sabemos sólo aparece en la novela corta)
y los asesinatos.
El
chascarrillo numérico crece
El enunciado de la primera versión en la página 24 del cuento
Prólogo. Mi encuentro con Holmes en Novísimas aventura de Sherlock Holmes:
«…
Me quedé mirando al cielo como si reflexionara para no contrariar al gran
policía; pero como ya antes había reflexionado lo suficiente y no me gusta
malgastar el cerebro en trabajos inútiles, en los tres minutos concedidos me
entretuve en calcular cuánto tiempo tardaría en llegar de París a Cáceres un
hombre que anduviese a gatas, a razón de dos kilómetros por hora y descansando
un día por cada catorce leguas. Casi iba a saber el tiempo exacto cuando me
interrumpió la voz cortante de Holmes…»
Sorprende
que la velocidad gateando que establece Jardiel sea de dos kilómetros la hora
cuando andando se suelen recorrer cuatro, pero aceptaré esa velocidad de gateo
como buena. La distancia entre París y Cáceres es de 1.258,53 kilómetros[17].
La legua es una medida de origen romano y, si bien es cierto que existe gran
disparidad de definiciones y equivalencia kilométrica, escogeré la legua
castellana, por cercanía al lugar de origen de Jardiel: Madrid. Una legua
castellana equivale a 4,19 kilómetros. Nuestro gateador descansa 24 horas cada
14 leguas recorridas; es decir, tras gatear 58,66 kilómetros. Al alcance de muy
pocas personas (y ningún caracol). Defino una jornada como el tiempo que emplea
recorriendo esas 14 leguas (29,33 horas, ya que en una hora gatea 2 kilómetros)
más las 24 horas de descanso, es decir, una jornada consta de 53,33 horas.
No deja de sorprender la cantidad de horas seguidas que debe estar gateando
nuestro viajero: una prueba propia de Hércules. Es fácil calcular que este
viaje tomará 21 jornadas completas y aún restarán por gatear 5,1 leguas para
llegar a la bonita población extremeña. En total, 1.130,77 horas, lo que
equivale a 47 días, 2 horas, 45 minutos y 54 segundos. De estas 1.130,77 horas
sólo gatea el 55,4% del tiempo, el resto descansa. Definitivamente un reto al
alcance de muy pocas rótulas.
La segunda versión, en la página 22 de la novela corta Los 38 asesinatos y medio del Castillo
de Hull:
«…
Me quedé mirando al cielo, como si reflexionara, por no
contrariar al gran policía; pero como ya antes había reflexionado lo suficiente
y no me gusta malgastar mi cerebro en esfuerzos inútiles, invertí aquellos tres
minutos concedidos en calcular cuánto tiempo tardaría en llegar de Madrid a
Varsovia un hombre que anduviese a gatas, a razón de dos kilómetros por hora,
descansando un día por cada catorce leguas y tres horas cada seiscientas
yardas. Cuando iba saber exactamente en qué punto de Europa caía enfermo el
individuo del problema, me interrumpió la voz cortante de Holmes…»
Pasados
8 años y, posiblemente, tras algún afeamiento por parte de la crítica, Jardiel
decide rebajar el nivel de exigencia para el gateador. Pero tampoco demasiado,
pues la distancia entre Madrid y Varsovia es de 2.292,41 kilómetros, mil más
que entre París y Cáceres, y además cuesta arriba… al menos en los mapas.
Mantiene el mismo descanso, el que me permitió definir la jornada, y añade uno
nuevo: 3 horas de descanso cada 600 yardas recorridas. La yarda es una medida
de longitud que usan los anglosajones y también los panameños[18].
De nuevo, existen múltiples yardas y escojo la más usada con una equivalencia
de 0,914 metros. Nuestro gateador descansa 3 horas cada 600 yardas recorridas,
es decir, tras gatear 0,5484 kilómetros. Defino una etapa como el tiempo que
emplea recorriendo esas 600 yardas (16,45 minutos, ya que en una hora gatea 2
kilómetros) más las 3 horas de descanso; es decir, una etapa es de 3,27 horas.
[19],
nuestro gateador cubrirá el recorrido en 14.622,21 horas; es decir, 609 días, 6
horas, 12 minutos, 18 segundos. De los cuales sólo estará gateando el 7,8% del
tiempo. Sin duda una proeza asequible para los poseedores de rótulas de
titanio. ¡Estar gateando durante un año y ocho meses! Sigue siendo brutal, por
muchos descansos que se hagan… pero al menos deja un margen amplio para salir
de Varsovia antes de que los nazis inicien su asedio el 1 de septiembre de 1939
(recordemos que la novela corta se publicó en 1936, año del inicio de la Guerra
Civil Española). Este chascarrillo se me antoja premonitorio: es fácil visionar
a Jardiel como nuestro gateador que huye de Madrid a Varsovia, no en vano se
exilió de España en 1937 tras pasar unos días en una prisión Republicana en
Madrid.
Esta dosificación de esfuerzo sí parece asequible para muchas esforzadas rodillas. Se aprecia que una etapa toma bastante menos tiempo que una jornada. En particular, este viaje toma 4.180 etapas y aún restarían por recorrer 0,10 kilómetros, que le costaría cubrir casi 3 minutos. Es decir, un total de 13.686,21 horas. Pero aún nos falta calcular los descansos de 24 horas que conlleva cubrir una jornada. Es fácil comprobar que este viaje entre las capitales de España y Polonia toma 39 jornadas y aún restarían 4,67 kilómetros. Si cada jornada da derecho a un descanso de 24 horas, hay que añadir 936 horas de descanso adicional a las anteriores 13.686,21 horas. De esta forma, si cada vez que cubre 600 yardas desde el final de la anterior etapa descansa 3 horas y cada vez que cubre 14 leguas desde el final de la anterior jornada descansa 24 horas, independientemente de que se solapen el fin de una etapa y una jornada (o queden muy próximas)
Esta dosificación de esfuerzo sí parece asequible para muchas esforzadas rodillas. Se aprecia que una etapa toma bastante menos tiempo que una jornada. En particular, este viaje toma 4.180 etapas y aún restarían por recorrer 0,10 kilómetros, que le costaría cubrir casi 3 minutos. Es decir, un total de 13.686,21 horas. Pero aún nos falta calcular los descansos de 24 horas que conlleva cubrir una jornada. Es fácil comprobar que este viaje entre las capitales de España y Polonia toma 39 jornadas y aún restarían 4,67 kilómetros. Si cada jornada da derecho a un descanso de 24 horas, hay que añadir 936 horas de descanso adicional a las anteriores 13.686,21 horas. De esta forma, si cada vez que cubre 600 yardas desde el final de la anterior etapa descansa 3 horas y cada vez que cubre 14 leguas desde el final de la anterior jornada descansa 24 horas, independientemente de que se solapen el fin de una etapa y una jornada (o queden muy próximas)
El acertijo
«… Allí vive hoy, desde que se retiró de la
política, que le produjo popularidad y náuseas a partes iguales, Lord
Carddigan, llamado Sir Arthur
Wooslesley, hombre recto, alto, rubio, que bizquea algo del izquierdo, defecto
que sólo se le nota cuando se le mira a los ojos. Lord Carddigan tiene tres
hijos: Silvia, Leticia y John. La primera cuenta treinta años menos que su
padre, la segunda, doble edad que su hermano pequeño, y este, es decir, John,
la cuarta parte de años que Silvia».
Vamos
a resolver el acertijo y luego nos deleitaremos con la resolución que Jardiel
pone en boca de Sherlock Holmes.
Si
definimos C como la edad de Lord
Carddigan, S como la edad de Silvia,
L como la edad de Leticia y J como la edad de John, podemos
expresar el acertijo en tres ecuaciones:
1.-
Silvia (S) cuenta treinta años menos
que su padre (C)
S
= C - 30 ó C = S + 30.
2.-
Leticia (L) dobla en edad a su
hermano pequeño John (J)
L = 2*J
3.- John (J) tiene la cuarta parte de años que Silvia (S)
J = S/4 ó
S = 4*J
Por
el propio enunciado del acertijo sabemos que C > S > L > J, nada que no se deduzca de las anteriores ecuaciones y de imponer
a las edades su pertenencia a los números naturales, o en su defecto a los
racionales positivos.
Tenemos
pues un sistema de 3 ecuaciones linealmente independientes y 4 incógnitas, lo
que supone la existencia de un grado de libertad; es decir, tenemos un sistema
de ecuaciones compatible indeterminado. «No podemos resolver este sistema»,
pues existen infinitas soluciones posibles. Pero al ser un sistema «abarcable»
es fácil encontrar y acotar el conjunto de soluciones compatibles con la
naturaleza humana. Para ello simplemente debemos eliminar el grado de libertad
dando valores a una de las variables: la más sencilla es J, la edad del pequeño John. Previamente expresamos las demás
edades del acertijo (el resto de variables) en función de la edad de John:
Leticia y Silvia ya están así expresadas, sólo nos falta la edad de Lord
Carddigan, C, en función de J, para ello sustituimos la edad de Silvia por 4*J (de la ecuación 3):
1’.- C =
4*J + 30
1.
Las distintas soluciones se determinan en los puntos de corte de las posibles
rectas verticales que determinan la edad de John. Se han representado dos
ejemplos; en uno John tiene 5 años (línea discontinua) y en el otro John tiene
10 (la línea roja). Los puntos de corte de la
recta vertical con la recta azul fijan la
edad de Leticia, con la verde la edad de
Silvia y con la amarilla la de Lord
Carddigan. Soluciones a la derecha de la línea roja
(John tendría más de 10 años) implica que Silvia habría nacido antes de que sus
padres se casaran, cuestión que indico con la flecha roja.
Y en sus valores, si nos concentramos en valores enteros (ningún motivo hay para descartar las soluciones con edades con decimales). La siguiente tabla nos da todas las soluciones posibles con edades enteras y «razonables»
Sabemos que los Carddigan se casaron el
lunes 13 de julio de 1885[21]
y que la narración transcurre en la primavera de 1925; es decir, la resolución
del acertijo se produce entre el 20 de marzo
y el 21 de junio de 1925, luego, tomando el día medio, Sherlock lo
resuelve el 5 de mayo de 1925. Es decir, los Carddigan se casaron hacía 40 años
menos 70 días (NOTA, si consideramos que el día 5 de mayo aún no ha
transcurrido: los 70 días se componen de los restantes 27 días de mayo, los 30
de junio y los 13 días de julio). En la época victoriana la aristocracia no
solía tener hijos extramatrimoniales reconocidos. Luego la edad máxima de
Silvia para nacer dentro del matrimonio se sitúa en 40 años (redondeando los 70
días); edades superiores de Silvia implican que nació antes del matrimonio de
sus padres, cuestión que queda reflejada con la línea roja en el gráfico y
tabla de edades.
Por
encima de 15 años para John ponemos en un aprieto la viabilidad de la solución
al exigir una extrema longevidad (y fertilidad) a su progenitor para la época
victoriana.
La solución
de Holmes
Página 31:
«…
—Entonces —dijo Holmes—, Lord Carddigan acaba de cumplir los setenta años.
—Justamente,
en marzo.
—Y
John tiene diez años; Leticia, veinte y Silvia cuarenta…
—Eso
es —aprobó Molkestone, aterrado ante la velocidad mental para el cálculo que
denotaba Sherlock Holmes—. ¿Cómo lo ha deducido tan pronto?».
Se
comprueba que la solución dada por Holmes es la ya comentada: la única solución
factible múltiplo de diez (la solución destacada en amarillo). Con ello Jardiel
consigue que sus lectores se sientan confortables: Sherlock ha dado
instantáneamente la solución con la que nos sentimos más cómodos, amén de
ratificar la inteligencia deductiva del gran detective… pero la alegría dura
poco en la casa del pobre.
La resolución
de Holmes
Página 31:
«…
─Era fácil. Bastaba multiplicar tres, que son los hijos, por el logaritmo de
pi, que son tres catorce dieciséis, dividiendo el resultado por el número de
años que hace que lady Carddigan murió de parto. Sumando la edad de la muerta
al total y deducido el tiempo que Lord Carddigan se dedicó a la política, he
obtenido la edad de John. Para saber la edad de Leticia he doblado la del hermano;
y para saber la de Silvia, he restado la suma de los años que tienen Leticia y
John de la fecha en que se casó Lord Carddigan, que, si no recuerdo mal, fue el
13 de julio de 1885. Como ve usted, el cálculo no era demasiado complicado».
Este
es el mejor ejemplo del Sherlock de Jardiel, imprevisible e inabarcable,
sacando al lector holmesiano de su zona de confort, las más de las veces para
hacerlo sonreír [22],
pero en otras para angustiarlo, como en esta ocasión.
Holmes
introduce tres ecuaciones nuevas (4, 5 y 6), aunque una de ellas (5) es la
segunda ecuación del acertijo. También introduce 4 nuevas variables (en
realidad son 3 variables y un parámetro, aunque como ya veremos requieren
asumir tantos nuevos supuestos como una variable): a, b, d y e, por lo tanto irresolubles, pues está añadiendo 2 grados de
libertad nuevos; es decir, 4 variables menos 2 ecuaciones nos da los 2 nuevos
grados de libertad.
Añadimos
a las 4 edades anteriores las nuevas definiciones: a como el número de años que hace que Lady Carddigan murió
(recordemos que la acción se desarrolla en la primavera de 1925), b como la edad de Lady Carddigan en el
momento de su muerte, d como el
número de años que Lord Carddigan se dedicó a la política y e la fecha de la boda de los Cardiggan,
el 13 de Julio de 1.885: por lo
tanto e es un parámetro, pues
sabemos su «valor», aunque no cómo se convierte en un «número».
Las nuevas
ecuaciones de la resolución del Sherlock «Jardeliano».
4.-
Multiplicar tres por el logaritmo de pi (log π), dividiendo el resultado por el
número de años que hace que lady Carddigan murió de parto (a). Sumando la edad de la muerta (b) al total y deducido el tiempo que Lord Carddigan se dedicó a la
política (d) he obtenido la edad de
John (J).
(3logπ/a) + b – d = J
5.- Para saber la edad de Leticia (L) he doblado la del hermano (J). Nótese que es idéntica a la ecuación 2.
L = 2*J
6.-
Para saber la de Silvia (S), he
restado la suma de los años que tienen Leticia (L) y John (J) de la fecha en que se casó Lord
Carddigan, 13 de Julio de 1885 (e).
S = e –
(L + J)
En resumen, ahora tenemos:
5 ecuaciones (3 del acertijo más las dos nuevas): 1, 2, 3,
4 y 6 (la 5 es idéntica a la 2, por lo que no aporta nada al sistema),
7 variables (las 4 edades del acertijo más las tres
nuevas): C, S, L, J, a,
b y d y e, un parámetro
de difícil interpretación; vamos, que es como una variable adicional.
En
resumen, ahora tenemos un sistema con 2+1 grados de libertad, es decir, existen
infinitas soluciones y para poder enumerarlas debemos darle valores arbitrarios
a dos de las variables y al parámetro.
La
resolución del Sherlock de Jardiel no sólo no ha aclarado la solución sino que
la ha llenado de interrogantes, como no podía ser de otra manera. A parte de
«vengarse» de los críticos, Jardiel usa aquí este recurso para mostrar al
lector lo bizarro y enrevesado del pensamiento del personaje, que desprecia las
soluciones convencionales para, finalmente (y en contra de su voluntad), acabar
sucumbiendo ante la evidencia de la solución «sencilla», pero no por ello sin
renunciar a dar su toque personal.
La
resolución del Sherlock de Jardiel es un dislate, un sinsentido…. la perfecta
introducción al sorpresivo final del relato: el más puro homenaje a la ya
famosa cita
«Una vez descartado lo
imposible, lo que queda, por improbable que parezca, debe ser verdad».
El signo de los Cuatro (1890)
que Jardiel homenajea en la página 75 con estas palabras:
«… Hay que someterse a la fuerza de la lógica y de la deducción, por muy espantosas que estas sean».
«… Hay que someterse a la fuerza de la lógica y de la deducción, por muy espantosas que estas sean».
Pero nadie dijo que el Gran
Juego fuera fácil.
Racionalizando las ecuaciones
Recordemos
que ya sabemos la solución, ya hemos visto cuáles son las edades. Ahora se
trata de meter en cintura a las excentricidades del Sherlock jardeliano. Es
decir, eliminar los grados de libertad encontrando valores razonablemente
confortables a nuestra psique. Para ello procederé resolviendo en términos
razonables, ecuación a ecuación, las dos nuevas planteadas por Jardiel.
Partiendo de la solución J = 10, L = 20, S = 40 y C = 70, es cuestión
de encontrar valores sensatos al resto de variables para que se cumplan las
ecuaciones.
4ª ecuación: (3logπ/a)
+ b – d = J
Desconocemos
los valores de tres variables a, b y d. A pesar de que b y d son dos variables independientes
entran en la ecuación restándose, por lo que podemos simplificar el análisis
definiendo una nueva variable, la variable x,
que tome el valor de b – d (es decir, x = b – d). La interpretación de x es: cuántos años más (menos si x es negativa) vivió Lady Carddigan que
años estuvo en política su esposo. Obviamente, nada impide que x tome valores negativos. Una forma
sencilla de acotar estos grados de libertad (o el libre albedrío de las
variables) es suponer que Lord Carddigan abandona la política al morir su
esposa. Así x se convierte en el
número de años que tardará (que llevaba, en caso de ser x negativo) en dedicarse a la política Lord Carddigan a partir del
nacimiento de su futura esposa, o cuántos años tenía la futura Lady cuando el
Lord entró en política.
Sabemos
que Lady Carddigan muere dando a luz. Lo más pronto que puede morir es al dar a
luz a John (es decir a = J = 10) o morir posteriormente al dar a
luz a otro bebé que a día de hoy (primavera de 1925) no vive. En cualquier
caso, a debe ser menor o igual que
10, que es la edad de su hijo John (a<
J = 10).
Aun
así queda un grado de libertad. Recordemos que J = 10 y que 3log π = 3,4341896575482… [23],
sólo hay que dar valores a x (cuántos
años tenía la futura Lady Carddigan cuando su futuro esposo entró en política)
y obtener algebraicamente el valor de a
(cuántos años lleva muerta Lady Carddigan),
que satisface la ecuación 4’:
4’.- (3,43418/a) + x = 10
A
continuación se presenta una tabla con valores de a y x que resuelven esta
ecuación.
¿Con
cuál nos quedamos? Todos son correctos. Bueno, vemos que cuando x es igual a 10 la ecuación no tiene
solución. A partir de ahí, para valores de x
mayores a 10, a nos da negativo, lo
que tiene sentido matemático pero no lógico, no se puede llevar -3 años
muerto... no al menos en un mundo victoriano[24].
Yo he destacado la solución x igual
a 4 y a = 0,57, lo que conlleva que
Lord Carddigan empezó en política cuando su futura esposa contaba con 4 años de
edad y que ésta murió hace casi 7 meses, lo que significa que Lady Carddigan
murió el 8 de octubre de 1924 (recordemos que el acertijo se resuelve el 5 de
mayo de 1925).
6ª ecuación: S = e – (L + J)
Lo
sabemos todo: S = 40, L = 20, J = 10 y e = 13 de julio
de 1885. Luego para que la ecuación se cumpla hay que «transformar» el 13 de
julio de 1885 en un número, en concreto en el número 70. Es decir, sustituyendo
los valores de S, L y J en la ecuación 6ª obtenemos:
40 = e – (20 + 10), y
despejando e verificamos que e debe ser igual a 70 para cumplir la
ecuación.
Sí,
los 70 días del «bochorno», pues, como ya he comentado antes, setenta días son
los que Silvia nació antes de la boda de sus padres. Pero seamos magnánimos y
evitemos escándalos, supongamos que las edades son un redondeo al año más
próximo y hagamos nacer a Silvia con sus padres ya casados.
Busquemos
otra forma de convertir el 13 de julio de 1885, lunes por más señas, en un
bonito setenta. De todos es conocida la curiosa costumbre que tienen los
británicos de presentar el año dividido en la centuria y el año corriente
dentro de esa centuria. Así, el año 1885 lo presentan como 1885, es decir
el siglo 18 y 85 el año corriente dentro del siglo XIX. A su vez, y dentro de
la irritante costumbre norteamericana de variar el orden «natural» de las
cosas, ellos anteponen el mes al día.
Así, 13 de julio de 1885 pasaría a ser el July, 13th 1885.
Convirtamos esta fecha en un número… forzando esta costumbre de cambiar el
orden y restando los dígitos de la fecha (convirtiendo July en 7, por
ser el séptimo mes del año). Así convertimos el día de la boda en 60, ya que:
85 – 18 – 07 = 60. Sí, ya sé que el 13 no aparece en los cálculos, pero esto se
debe, sin duda alguna, a la superstición. Superstición que impide que el número
de la mala suerte por antonomasia entre en cualquier cálculo «razonable». Por
lo tanto, y para no atraer sobre mí la mala suerte, elimino el 13 del cálculo.
Una vez realizados cálculos «razonables»
y libres de los malos influjos azarosos, el resultado de la conversión de la
fecha de la boda es 60. Sin embargo, la ecuación requiere que la fecha sea 70.
¿Dónde están los 10 que faltan?
Jardiel Poncela se ha guardado el último as en la manga, y ahora es cuando nos lo muestra. No en vano el título de este relato es: Los 38 asesinatos y medio del Castillo de Hull, cuando en realidad sólo se producen 28 asesinatos y medio. ¡Ahí están los 10 que faltan para resolver el enigma! ¿Es un error de Poncela? No, rotundamente no. Es otra broma, una trampa a sus críticos. No me adelanto más, veamos primero:
Los 28
asesinatos y medio de Los 38
asesinatos y medio del Castillo de Hull pergeñados por Enrique Jardiel
Poncela
Los
resaltados en negrita son míos e
indican los muertos, las cursivas son del texto original de Jardiel. Como ya he
comentado, las páginas de las citas son las de mi ejemplar, correspondiente a la 4ª edición (noviembre
2010) en la colección «Breviarios del Rey Lear», editado por Rey Lear, S.L.
Podría
pensarse que Jardiel es descuidado con la aritmética, lo cual no es cierto,
pues en ningún momento le descuadran el número de personas que se encuentran en
el Castillo de Hull (47 personas, más Sherlock y Harry —el propio Enrique
Jardiel Poncela—) entre hijos, invitados y servicio doméstico, y que acabarán
todos muertos, fugados o detenidos. Por lo tanto, los 10 muertos que faltan son
una clara señal que Jardiel nos brinda para resolver la última ecuación.
Muertos: 1, 2 y 3. Página 34:
«…
Pero, de pronto, a partir del martes pasado, la tragedia se ha cernido sobre el
Castillo, y desde entonces… desde
entonces cada día muere misteriosamente una persona. Habían fallecido ya
míster Fly, el arquitecto Penha y mademoiselle Letorneur,
cuando…».
Muerto: 4. Página
34:
«…
Y ¡anoche!, anoche, señor Holmes —y los ojos de Molkestone volvieron a
inundarse de lágrimas—, murió mi pobre hijo, ¡mi Peter!…».
Muerto: 5. Página
43:
«…
«Apresúrese. Molkestone ha sido
asesinado la noche pasada».
Muertos: 6, 7 y 8. Página 51:
«…
Corrimos hacia el salón y, al entrar,
vimos tendida en la alfombra, muerta a Leticia
Wooslesley. A su lado se hallaba el cadáver de su hermano John y más allá,
en un diván, agonizaba elegantemente Rene,
“el bello marsellés” amante de la difunta Lucille».
(Nota: mademoiselle Lucille Letorneur tuvo el
dudoso honor de ser la tercera muerta en el Castillo).
Muertos: 9, 10, 11 y 12. Página 61:
«… A la claridad lunar distinguimos los cadáveres de
tres hombres y una mujer. Mc. Gregor,
Warren y el doctor Brown eran los hombres. La mujer era Silvia Wooslesley, la hija primogénita de Lord Carddigan».
Muerto: 13. Página
62:
«…
Vi claramente a Diana Brown
detenerse al llegar al tercer ventanal, extender los brazos en cruz y caer
exánime con un gemido prolongado».
Muertos: del 14 al
19 inclusive (6 muertos). Página 62:
«…
La luz del sol del nuevo día, que amaneció nubladísimo, alumbró otros seis
asesinatos imposibles de explicar: los de cinco
criados y el de Oldegarda Belfast,
la madre del que había sido en vida arquitecto sueco, Penha».
(Nota: El arquitecto sueco Penha tuvo el dudoso honor de ser
el segundo muerto en el Castillo, como ya hemos visto).
Muertos: 20 y 21. Página 67:
«…
Aquel día murieron dos personas más: el violinista
Chulesko y el suegro de Mc. Gregor».
Muertos: 22, 23, 24 y 25. Página 68:
«…
Por la noche, a eso de las once, “cayeron”, para no levantarse nunca, las
hermanas Hearts: Polly, Dolly, Molly y Lully, bajo el
poder infernal de aquel asesino misterioso».
Muerto: 26. Página
73:
«…
Al mediodía ha muerto mistress Penkhurst, la
conferenciante bíblica».
Muertos: 27 y 28. Página 75:
«…
Esta noche han muerto Lord Carddigan y Evans casi al mismo tiempo, Harry…».
¿Y el medio
asesinato?
Es
obvio, desechado el evidente engaño de hacernos creer que una de las mujeres
asesinadas estaba embarazada y por tanto el feto debe ser considerado ese medio
asesinato. Es evidente que lo que resta por improbable es cierto. Jardiel está
poniendo bajo la potente luz del intelecto de Sherlock una obviedad para que
sus amables lectores la deduzcan… Lord Carddigan es un medio asesino: al
fallecer su esposa al dar a luz a su cuarto hijo, el Lord actúo
consecuentemente para que este neonato muriera… ya que, evidentemente, no era
hijo suyo. Es del todo imposible que él, con 70 años menos 16 meses (9 meses de
gestación más los 7 meses desde que murió su esposa) fuese el padre. De hecho,
un análisis detenido evidencia que el padre de la criatura es Peter Molkestone
(el cuarto en morir), hijo del gorrón Mr. Molkestone, que contrata a Sherlock
para desvelar el asesino de los asesinatos del Castillo de Hull.
Página 32:
«—Yo vivo allí gracias a la bondad de Lord
Carddigan, porque he resuelto no pagar al casero. Y me dedico a correr y
descorrer las cortinas del salón grande».
¿Qué
otro motivo tenía Lord Carddigan para invitar a la celebración al hijo del
gorrón sino vengarse del responsable de la cornamenta que adorna su noble
testa?
Página 32:
«—Hace
dos semanas, para celebrar la muerte en Londres de su abuela, vieja repugnante
que había prometido morirse en 1912 y que no lo ha hecho hasta el día 23 del
pasado, Lord Carddigan organizó un programa de fiestas en el Castillo e invitó
a ellas a algunas de sus amistades. (…) fue invitado también mi hijo Peter, de
mi mismo apellido…».
¿Desde
cuándo y a razón de qué el hijo de un infecto gorrón desagradecido se encuentra
entre las amistades de un cornudo Lord inglés de 70 años? Sólo la venganza
puede explicar semejante invitación. Pero, para desgracia de la restauración de
la honra de Lord Carddigan, el asesino se adelantó a sus planes de venganza,
matando al joven Molkestone.
En
realidad esta explicación es una fantasía rococó que me he inventado. El medio
muerto corresponde al propio narrador: Harry. El narrado sólo puede medio morir
si tiene que narrar la historia[25],
pero escuchemos al propio Harry narrar su propia media muerte. Páginas 68 y 69:
«…
Me faltaba un paso para franquearla cuando sentí un golpe en la nuca, seguido
de un vivísimo dolor; la oscuridad se llenó para mí de puntos rojos; luego
percibí una claridad inexplicable, como un fogonazo, y después no sentí nada.
Sin duda, estaba muerto. O, por lo menos, yo creía
estarlo, pues recuerdo que al caer sin sentido pronuncié unas palabras que eran
como el resumen de toda mi vida que concluía. Dije:
—Es un film Paramount.
Jardiel nos ha dejado el enigma resuelto y tiende una trampa en la que los idiotas caerán. Esa idiotez que demostraron sus críticos, en particular los más jóvenes. Estas 10 muertes que faltan a las cuantificadas en el título, son una venganza por las duras críticas recibidas[27] al cuento Los asesinatos incongruentes del castillo Rock. En el cuento Jardiel mata a los once residentes del castillo Rock sin tener en cuenta que también residen permanentemente la «apática servidumbre»[28] más Atanasio Camuflay[29] (que vive en el castillo sin pagar al casero corriendo y descorriendo cortinas), ni que Harry y Sherlock están hospedados en el castillo mientras Sherlock resuelve el caso. Por lo que es del todo imposible resolver Los asesinatos incongruentes del castillo Rock como lo hace el Sherlock Jardeliano. A mayor abundamiento, Jardiel mata dos veces al mismo personaje: Peter Brown en cuarto y undécimo lugar (ver «Anexo: los 12 asesinatos de Los asesinatos incongruentes del Castillo Rock»). Es fácil comprender como Jardiel se vio en la obligación de rehacer esta historia teniendo un pulcro y absoluto respeto por el número de residentes, el servicio y los dos hospedados. Incluso añadir la media muerte de Harry para que fuera verosímil lo narrado. En varios momentos realiza el recuento de los vivos y todos acaban muertos, huidos o detenidos, como por ejemplo en la página 63. ¿Todos? No, todos no, faltan 10, pero eso ya lo he explicado.
Los
resaltados en negrita son míos e
indican los muertos, las cursivas son del texto original de Jardiel. Como ya he
comentado, las páginas de las citas son las de mi ejemplar de Novísimas aventuras de Sherlock Holmes,
correspondiente a la 1ª edición (mayo 2008) en la colección «Breviarios del Rey
Lear», editado por Rey Lear, S.L.
Relación de los 11 residentes. Nótese que
no habla de los asistentes, ni de Atanasio Camuflay, ni se cuenta a Sherlock,
ni a Harry. Página 89, los números en negrita entre paréntesis son míos:
«— En el castillo viven, además de Lord Rock (1), su bella y delgada hija Syli (2); el marido, Horacio Warren (3); el suegro, míster Richard (4), del mismo apellido que su hijo; su esposa la noble dama francesa, madame Lucille Duclos (5); el arquitecto Arthur Sheridan (6); su hija Sally (7); su hermano, Evans (8); la mamá, Evelina (9); el doctor Edgar Brown (10) y su hijo Peter (11)».
Al lado de cada muerto indicaré a qué invitado corresponde de
la anterior enumeración. Muertos: 1 (el
3º), 2 (la 5ª) y 3 (el 10º). Página
90:
«… Cada noche muere misteriosamente una
persona. Han fallecido ya Horacio Warren,
madame Duclos y el doctor Brown».
Muerto: 4 (el 11º). Ésta es la primera muerte de Peter Brown, hijo del doctor Edgar Brown. Página 90:
«…
Anoche, cuando el terror nos había hecho migas a todos, murió también el hijo del doctor Brown».
Muertos:
5 (el 4º), 6 (la 2ª), 7 (el 6º) y 8 (la 7ª). Página 93:
«…
habían fallecido ya míster Richard,
que apareció envenenado en la caseta del perro; Syli que murió sin decir ¡ay!, a pesar de que la muerte sobrevino
en el instante en que entonaba una romanza; Arthur Sheridan, que la diñó electrocutado cuando encendía la luz
de su alcoba y Sally, que pereció a
consecuencia de la rotura de una placa al sacar una fotografía de su mama».
Muertos:
9 (el 8º) y 10 (la 9ª). Página 94:
«…En
las dos noches siguientes desaparecieron del mundo de los vivos Evans, que murió mirando un armario de
luna, y Evelina, que murió mirando
la luna sin armario».
Muerto:
11 (el 11º). Ésta es la segunda
muerte de Peter Brown, hijo del doctor Edgar Brown. Página 94:
«…
Al otro día falleció Peter,
atragantado por un hueso de melocotón».
Muerto:
12 (el 1º). Página 94:
«…
PERO A LA SIGUIENTE mañana, Lord Rock
apareció igualmente muerto en su cuarto».
By PacoMan (Nombre
canónico: Billy, el Botones de Baker Street, 221B)
[1]
«Todo lo desconocido se piensa
que es magnífico» o «Todo lo desconocido parece inmenso». Tácito (Sobre la vida y carácter de Julio Agrícola, alrededor de 98
d.C.)
[2]
Amablemente, Juan me lo ha confirmado este pasado abril de 2016:
«… nuestro libro más vendido desde que salió, en 2007, es Los 38 asesinatos y medio del Castillo de Hull, de Jardiel Poncela, y sigue siendo…».
La cita del artículo está tomada del artículo del 26 de noviembre de 2010 firmado por Álvaro Cortina para el periódico El Mundo titulado Los crímenes de Guzmán el Bueno Street, consultable el 14 de abril de 2016 aquí: http://www.elmundo.es/elmundo/2010/11/26/novelanegra/1290773522.html
[3] Ni
tan siquiera el omnipresente repositorio virtual IMDB puede aclarar nada más….
Aunque López Aroca ya lo constata en su libro de 2014 Sherlock Holmes en España (Academia de Mitología Creativa
Jules Verne), en la página 209. Las fotos de los intérpretes son cortesía de
José Goas Jul. Aquí el enlace en IMDB al programa de TVE que nos ocupa,
visitable el 14 de abril de 2016: http://www.imdb.com/title/tt0686963/
[4] «… Es posible que la interpretación del
ritual no sea tan sencilla como sugiere el relato de Holmes.». Cita de Leslie S. Klinger (2005), de su
monumental Sherlock Holmes Anotado,
volumen Relatos I, Akal, página 553. En el largo comentario que sigue a la
primera frase que he citado, Klinger repasa las muchas objeciones y
puntualizaciones que los eruditos holmesianos han realizado. Yo, en mi humilde
condición, estudio una futura aportación. Pero eso es otra historia que deberá
contarse en otro momento.
[5] Disponible en mi sitio web: http://bypacoman.blogspot.com.es/2014/06/los-acertijos-matematicos-en-la-novela.html
[6] Este cuento es un inteligente homenaje a la novela de Daniel Keyes
(1958) Flores para Algernon. En este relato se resuelve el Puzle de la Cebra,
también conocido como el Acertijo de Einstein, y así poder aprovechar el
impacto mediático del mantra que siempre acompaña al Einstein's Riddle: sólo el 2% de la población es capaz de
resolverlo. Disponible en mi sitio web:
[7] Epigramas muy usados por Holmes, tanto es así que han dado lugar al
término sherlockismus. Jardiel es un maestro del epigrama: «la tarde caía sin hacerse daño», alguien «se
desmayó lo mejor que pudo».
[8] Existen muchos paralelismos con Tomás Salvador, además del uso del
recurso narrativo de la resolución de acertijos matemáticos. Pero eso es otra
historia, que espero contar en otro momento.
[9] Esta y la siguiente cita están tomadas de su obra ya citada: páginas 140
y 171, respectivamente.
[10] En su artículo el profesor González incurre en los errores
bibliográficos que señalaré en la siguiente sección, ya que usa la información
bibliográfica que aparece en la edición del Rey Lear. El profesor no es
partidario de considerar estas obras
como pastiches, al considerarlas parodias:
«… El autor de una parodia, por su parte, no es
el ejecutor de un pastiche, tal vez
la más sencilla manifestación de lo cómico si exceptuamos la imitación
burlesca; no renuncia a su creatividad sino que asimila el texto de origen para
convertirlo en algo diferente».
Esta
cita está tomada de la página 69; las dos que siguen a esta nota (en el cuerpo
principal de ese artículo) son de las páginas 66 y 68, respectivamente, del
brillante artículo: González Alcázar; Felipe (2012) Formas comparadas: la
creatividad paródica en las Novísimas aventuras de Sherlock Holmes de
Jardiel Poncela. Revista Cálamo, 2012, nº 60, 63-72. Monográfico Literatura
Comparada. Consultable el 17 de abril de 2016 en: https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=4115666
[11] Algunas de ellas adornan este artículo. Nótese cómo Harry es
efectivamente Jardiel; compárese la primera viñeta con su autorretrato.
[12] Quiero agradecer a Don Alberto López Aroca
su inestimable ayuda en la búsqueda bibliográfica. Como bien matiza el autor de
decenas de pastiches «…
cualquier bibliografía (y eso incluye la mía) es un eterno work-in-progress
incompleto y sujeto a revisiones, añadidos y cambios». En cualquier caso, los errores que aquí aparezcan son
todos de mi única paternidad. Partiendo de lo publicado en su monumental Sherlock Holmes en España (2014)
y de un posterior trabajo de búsqueda, puedo establecer que el cuento se
publica el 8 de abril de 1928, que la primera vez que se compila es para El libro del convaleciente y que
la edición más temprana de esta es en 1939: la edición de Zaragoza, colección
Hispania, y es posible que exista otra del mismo año en la editorial Biblioteca
Nueva. Que no hay evidencias de la publicación de la novela corta Los 38 asesinatos y medio del Castillo
de Rock ni en 1936 ni posteriormente. Que en 1936 se publicó Los 38 asesinatos y medio del Castillo
de Hull en al menos dos colecciones: Novela Corta y Novela de Una Hora.
[13] Como
ya he comentado en la nota anterior, no aparece en la obra de referencia de Sherlock
en España —la ya comentada obra de López Aroca—, ni en la página web que
sus nietos le dedican (consultable el 18
de abril de 2016 en http://jardielponcela.blogspot.com.es/2009/01/su-obra.html ). Tampoco en la web más completa dedicada a Jardiel
administrada por Juan Ballester (consultable
el 18 de abril de 2016 en http://elblogdejardielponcela.blogspot.com.es/ ), así como en
ninguna de las múltiples fuentes que he consultado.
[14] Es cierto que en la edición de Rey Lear de
las Novísimas aventuras no
están numerados los episodios y que el primero es editado como «Prólogo: Mi
encuentro con Holmes», aunque en el índice únicamente aparece como «Prólogo».
[15] Cabe decir que no todas las ediciones
del libro constan de esta nota, así mi copia física de la primera edición de
2008 no la posee.
[16] Tomado de: La novela policial de humor española como estrategia paródica (1900 –
1936). Publicado en REVISTA DE ESTUDIOS FILOLÓGICOS Nº23, julio 2012. El 10
de abril de 2016 era consultable en: https://www.um.es/tonosdigital/znum23/secciones/estudios-17-la_novela_policiaca_de_humor_espanola.htm#_ftn18
[18] Así lo asegura
Wikipedia…. o al menos el autor de esta entrada: https://es.wikipedia.org/wiki/Yarda
[19] Sin embargo, no tiene un efecto tan grande si suponemos que se unificase
el descanso de jornada y etapa en 24 horas, «perdiéndose» 3 horas de descanso,
siempre que el fin de una jornada y una etapa no disten entre sí más de un
determinado número de minutos. En la siguiente tabla se resume en cuántas horas
se reduciría el viaje en función del número de minutos que definen el
intervalo. La fila «Minutos» indica cuántos minutos definen el intervalo
de solapamiento. La fila «Solapamiento»
nos señala cuántas de las 39 jornadas se solapan con alguna de las 4.180 etapas
para ese intervalo. La fila «Horas a
restar» nos indica cuántas horas de descanso perdería nuestro gateador: 3
horas por cada solapamiento. Así, si fijamos en 5 minutos el intervalo máximo
entre el fin de una etapa y una jornada se producen 14 solapamientos, por lo
que descansaría 42 horas menos. Es decir, el trayecto le tomaría 14.580,21
horas.
[20] En el cuento que origina esta novela corta, sin embargo, la acción
arranca el 8 de noviembre (ver página 87). Además, en el cuento-prólogo donde
se conocen Sherlock y Harry, alias Enrique Jardiel Poncela, la acción se sitúa
en primavera de 1926 (ver página 17). Ambas páginas de Novísimas aventuras de Sherlock Holmes.
[21] En la resolución de Sherlock encontraremos la cita exacta.
[22] Como ya nos adelantó el profesor González Alcázar en su anterior cita.
[23] Jardiel recurre al logaritmo para «espantar catetos», se está riendo de
la minuciosidad matemática de sus críticos. El logaritmo es una función
matemática muy usada antes de la proliferación de las calculadoras científicas
y cuando la hoja de cálculo no era ni tan siquiera un sueño húmedo de
informático. Por la simple razón de que no existían… los informáticos, no
existían los informáticos. Gracias a las tablas de logaritmos (la primera
creada por John Napier en el siglo XVII), era muy sencillo calcular números
exponenciales, imprescindibles para arquitectos, ingenieros y banqueros. El
tres logaritmo de pi que Jardiel pone en su ecuación es un número que no tiene
mayor sentido, un espanta catetos, como ya he comentado. Pero no debemos
olvidar que con dos vulgares catetos se calcula la muy aristocrática
hipotenusa.
[24] El zombi es el único monstruo «clásico» que no se origina (o se
revitaliza) en la literatura victoriana.
[25] Dado que hemos descartado a los
zombis por no ser monstruos canónicamente victorianos.
[26] Al apellido del propietario del castillo le ha crecido una g adicional… aparentemente es una errata,
pero no me atrevo a descartar un mensaje oculto del Editor o del tipógrafo...
Empiezo a tener ojos de japonés de tanto sospechar.
[27] Debo admitir que no he encontrado ninguna evidencia de que las críticas
se centrasen en los errores algebraicos del cuento. Pero al igual que el
sociólogo Émile Durkheim (1858-1917) comentó a Max Weber cuando éste le crítico
la poca verosimilitud de sus teorías sobre el suicidio, recogidas en su libro El Suicidio (1897), «no voy a
dejar que la realidad estropee mi bonita teoría».
O,
en términos más canónicos, me permito el lujo de citar las tres primeras frases
de Estudios sobre la literatura de
Sherlock Holmes de monseñor Ronald A. Knox en 1912:
«…
Si existe algo en esta vida que resulte placentero, es hacer aquello que se
supone que uno no debe hacer. Si existe algo placentero en la crítica es
encontrar lo que se supone que uno no debería encontrar. Es el método mediante
el cual tratamos como significativo algo que el autor no pretendía que lo
fuera, y con el que señalamos como esencial algo que el autor miraba como
incidental».
Tomado
de la página 55 de Varios Autores (2015), El
otro Canon de Sherlock Holmes, Los libros de Barsoom. Número 6 de la
colección «Zona Criminal».
[28] Páginas 92 y 93:
“… No encontramos más que polvo, porque la servidumbre era apática y disfrutaba de verdadera vagancia británica. …”
“… No encontramos más que polvo, porque la servidumbre era apática y disfrutaba de verdadera vagancia británica. …”
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