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domingo, 19 de abril de 2020

La resolución del acertijo en el Sherlock Holmes de Jardiel

Enrique Jardiel Poncela: el acertijo de su Sherlock Holmes


Casi nadie sabe que soy un desastre con los acertijos: sólo el Xisco y el Pruden.
Desde 1983 a 1986 se editó la revista mensual Cacumen de pasatiempos de ingenio: matemáticas recreativas, juegos de estrategia abstractos, puzle, con algún cómic y relatos cortos. ¿Da susto verdad? Mi blog y mis aficiones no son más que una vulgar y mediocre recreación de aquella mítica revista que sólo tres recordamos y de la cual no conservo ningún ejemplar. 



Yo era muy malo con aquellos acertijos pero mis amigos Francisco Benítez Merino y Prudencio Domínguez Recio eran, y siguen siendo, unos fenómenos resolviéndolos. Aprendí mucho de ellos. Y aún sigo siendo un fanático de los Juegos, de la Teoría de Juegos. Nos conocemos desde 1º de EGB (se cursa con 6 años) y coincidimos siempre en la misma clase hasta COU (se cursa con 18 años), además desde los 11 hasta los 20 años fuimos compañeros  y confundadores del equipo de balonmano de las Escuelas Nacionales Bellavista primero y luego refundamos L’Associació Esportiva Handbol Les Franqueses  (la inicial de 1959 cesó en sus actividades, aún recuerdo mi intervención en el pleno del Ayuntamiento para … pero bueno, eso es una historia que merece ser contada en otro momento y lugar). Con Xisco y Pruden aún hoy, nos juntamos a tomar cervezas  (junto a un buen puñado de compañeros y compañeras de EGB) cuando subo desde Málaga a ver a mis octogenarios padres a Bellavista, el barrio más populoso y popular de Les Franqueses del Vallés.
Sigo siendo torpe con los acertijo pero les echo mucho pundonor y método, mucho método. La solución de un acertijo está bien, pero lo aditivo es su resolución, el camino que lleva a la solución y sus múltiples fracasos. Siempre es así, con cualquiera de los que he resuelto y adornan este blog, pero con este de Jardiel ha sido excepcional. El acertijo en sí es trivial, pero al tirar del hilo de la incongruencia inicial, es alucinante la urdimbre que afloró. Jardiel es posiblemente lo más cercano a un Oscar Wilde español, destacando lo mordaz y cortante que podía llegar a ser. Pero no me adelantó, crucemos los puentes cuando lleguemos a ellos.
El texto de este artículo, recortado el anexo final, se publicó en papel y está disponible digitalmente para los socios de la Asociación Círculo Holmes, de la que tengo el placer de ser socio. Se publicó en el boletín trimestral: Jezail Bulletin Publicaciones Círculo Holmes. Año XIX, número 66, Primer Trimestre 2018. El secretario de la asociación le dedicó las siguientes líneas introductorias. Cita de las páginas 4 y 5:

“… Y ahora, una pequeña gran monografía que nos ha obligado a prescindir de algunas de nuestras secciones habituales debido a su extensión. Está dedicado a uno de los escritores que mejor trataron con humor e ingenio las más disparatadas aventuras del señor Sherlock Holmes. Hablar de Enrique Jardiel Poncela es hacerlo de uno de los principales nombres del teatro cómico español. Infravolarado en su tiempo, los años afortunadamente están consiguiendo recuperarle para las nuevas generaciones ubicándolo de nuevo en el más alto pedestal de los maestros de la literatura española contemporánea. En su afilada pluma, la lógica de lo inverosímil brilla como boliche nuevo en día de domingo. Es un placer para nosotros en el “El libro de recortes de Sherlock Holmes”, poder publicar un pormenorizado estudio de nuestro socio Paco Mancera sobre Jardiel Poncela y nuestro sabueso investigador favorito. Uno de aquellos textos que además de garantizar por su calidad el futuro de nuestro Boletín, son esenciales para la continua mejora de su difusión. Un texto para enmarcar y consultar más de una vez, aunque servidor confiesa que el cacumen comenzó a humearle en cuanto las aguas de tinta entraron en complejas ecuaciones y es que como dicen ustedes, caballero de letras soy. Les aconsejamos por tanto que acompañen su lectura con lápiz, papel y calculadora. Los necesitarán.
John H. McFarlane, from Graham & McFarlane (Jaume Gabaldà). …”

Se da la agradable circunstancia que Jaume Gabaldà es el autor de Más novísimas aventuras de Sherlock Holmes (2014) editado por Círculo Holmes, una continuación de las Novísimas aventuras de Sherlock Holmes de Jardiel.  El pastiche holmesiano goza de una excelente salud, pero pastiche holmesiano jardielano sólo conozco el surgido por la pluma de Jaume. En el artículo que estas palabras preceden, apelo a Alberto López Aroca para ubicar  el pastiche de Jardiel, en su correcto contexto. No es coincidencia que Jaume pidiera a Alberto que prologara su libro, también lo hizo con  Sofia Rhei autora de un pastiche en cuatro entregas de los más original y gratificante que he leído: El Pequeño Moriarty. Voy a citar parte del prólogo de Alberto porque complementa y agrandan lo que escribió, y yo cité, en el artículo que sigue a esta entradilla:

“… Por supuesto, el señor Gabaldà no sólo nos aporta nuevas pistas sobre viejos temas, sino que nos revela el azaroso presente del señor Sherlock Holmes —acosado por los acreedores como un Vázquez cualquiera—, sus más modernas hazañas —que no dejan de tener un atractivo toque retro al 1895 style—, y quizá alguno de sus secretos mejor guardados (aquí hay que abrir la lata de risas de Moriarty, enlatadas y envasadas al vacío desde 1891).
         Estas historias no revisionistas —pues encajan perfectamente con todo lo que sabemos del Maestro— nos desvelan unos segmentos biográficos de Holmes en nuestros días, desde la febril perspectiva de una narrador-protagonista jardielponceliano que, avisamos al lector, ha bebido no sólo de Conan Doyle en versión de Amando Lázaro Ros, sino de esa Fuente de la Eterna Juventud que son los tebeos publicados por Editorial Bruguera y toda aquella magnífica caterva de creadores compulsivos, entre cuyos nombres más ilustres debemos citar a Raf, Ibáñez, Escobar, Cifré, Conti, Martz Schmidt, Jan, y una legión más —a Vázquez mejor no invocarlo por segunda vez, no vaya a darnos un sablazo desde el más allá—. Si a esto le añadimos que Gabaldà ha sabido hilvanar, armado con bolígrafo, papel y un sentido del humor universal, las aventuras de Sherlock Holmes con las del mítico —y hoy apenas conocido, por desgracia— Pinocho de Bartolozzi, así como con su archienemigo Chapete, y con todo un universo salido de cuentos de hadas polvorientos, olvidados, maravillosos, podemos decir sin temor a equivocarnos que estos pastiches indudablemente mitográfico creativos superan en muchos aspectos a los realizados por los contemporáneos de Gabaldà (que suelen quedarse en emparentar o reunir al Gran Detective, como mucho, con sus descendientes, lógicos de la literatura popular), y lo sitúan en la vanguardia pastichera de escritores brillantes y descarados como Kim Newman o el mismísimo Alan Moore. …”
Hoy publico digitalmente este artículo, sin duda el mejor de temática holmesiana que he escrito, con la certeza que no volverá a verse editado en papel. El medio digital es mucho más efímero que el papel, a la hora de preservar un texto a lo largo del tiempo. Vivimos en un inmenso espejismo y el más falaz de todos es la falsa sensación de permanencia e inmutabilidad que transmite el universo digital, el que otrora se llamará universo cibernético o ciberespacio. Os propongo alejarnos de tan procelosa realidad y sumerjámonos en el singular espacio jardeliano.  Me gustaría despedirme con aquello de “os dejo en mejores manos”, pero como son las mías, sólo lo haré con un “ahora nos vemos”.
by PacoMan



La resolución del acertijo en el Sherlock Holmes de Jardiel



—Empiezo a pensar, Watson —dijo Holmes—, que cometo un error al dar explicaciones. Omne ignotum pro magnifico[1], como usted sabe, y mi pobre reputación, en lo poco que vale, se vendrá abajo si sigo siendo tan ingenuo.
La Liga de los Pelirrojos (agosto de 1891).



Introducción
Autoretrato
Enrique Jardiel Poncela escribió nueve pastiches de Sherlock Holmes; estos textos se han publicado Rey Leal en dos volúmenes, siendo las ediciones que señalo a continuación y con las que he trabajado y de donde tomo abundantes citas en este artículo:
en muchos formatos, por diversas editoriales y en distintos momentos del tiempo, como veremos más adelante. La última edición (que no reimpresión) de estos escritos la ha llevado a cabo la editorial Rey Leal en dos volúmenes, siendo las ediciones que señalo a continuación y con las que he trabajado y de donde tomo abundantes citas en este artículo:
Los 38 asesinatos y medio del Castillo de Hull, 4ª edición, Madrid, noviembre de 2010 (1ª edición en febrero de 2007), número 3 de la colección «Breviarios del Rey Lear». Prólogo del editor para la 3ª edición en febrero de 2010.
Novísimas aventuras de Sherlock Holmes, 1ª edición, Madrid, mayo de 2008, número 14 de la colección «Breviarios del Rey Lear». Prólogo de Rafael Reig (2008).
Estas dos obras siguen gozando del favor del público:

«… La librería especializada en literatura negra y criminal Estudio en Escarlata (en Madrid, en la esquina de Guzmán el Bueno con Fernández de los Ríos) tiene el canon, y lo demás. "Existen cosas respetuosas y desvaríos", explica su dueño, Juan Salvador. El libro más vendido en sus seis años de negocio es, ojo, Los 38 asesinatos y medio del castillo de Hull, de Jardiel Poncela.»[2]
Estamos, pues, ante el pastiche de Sherlock más conocido en España. Tanto es así que el 14 de marzo de 1969, de 22:16 a 23:15 horas, TVE emitió en su canal de VHF (lo que ahora conocemos como La Primera) la adaptación teatral de Los 38 asesinatos y medio del castillo de Hull en su programa semanal Risa Española. Se sabe que sus intérpretes principales fueron Valeriano Andrés, Ignacio de Paúl, Julio Goróstegui, Valentín Tornos y Luis Varela, pero no sabemos qué papel interpretó cada uno[3].
Valeriano Andrés, posiblemente el
Sherlock Holmes jardeliano
El recurso literario de resolver un acertijo matemático es usado por muchos autores para transmitir fehacientemente al lector la inteligencia de su protagonista. Si bien es cierto que el Sherlock canónico no llegó a resolver ningún acertijo matemático, El ritual de Musgrave (1893), que sí resolvió[4], es en sí un acertijo en su vertiente «mapa del tesoro». He tenido el placer de analizar los enigmas matemáticos que Tomás Salvador usa en su obra Las siete preguntas (1981)[5] y el que Gheorghe Săsărman usa en su cuento La evasión de Algernon (1978)[6]. Sin embargo, las motivaciones de Enrique Jardiel Poncela para que su Sherlock Holmes resuelva un acertijo son otras. Este pastiche de Sherlock Holmes, como todos, no necesita evidenciar la inteligencia de su protagonista; es algo que todos los lectores damos por descontado. Tenemos que buscar en el desquite, en la revancha, las razones de Jardiel para que su Sherlock descifre un enigma matemático. Siendo como es Enrique Jardiel un maestro del humor inteligente y de los epigramas[7], no dejará pasar esta oportunidad para regalarnos carcajadas en la resolución, como veremos en un momento.
Enrique Jardiel Poncela (1901 – 1952) destaca como dramaturgo, pero también cultivó la novela, el cuento e incluso trabajó de guionista en Hollywood (para Fox). Jardiel se señaló en la guerra civil española en el lado nacional, el bando del general golpista Francisco Franco. A pesar de su ideología reaccionaria no encajaba del todo en el régimen franquista en general, y en particular con la iglesia católica. Iglesia que no veía con buenos ojos el humor, y menos cuando era inteligente. La crítica fue despiadada con él, nunca le perdonaron su fama entre el público más popular. Acabó arruinado y en la miseria al fracasar como empresario teatral, y eso a pesar de su éxito de público[8].
Alberto López Aroca, el gran erudito holmesiano patrio, rastrea las influencias del Sherlock Holmes de Jardiel[9]:

«… El Holmes de nuestros bisabuelos llevaba monóculo y una pistola en la mano (y no se lo tomaban demasiado en serio, tal y como hacía Jardiel Poncela, quien se inspiró en los títulos alemanes para escribir su Novísimas aventuras de Sherlock Holmes13).
13 Sin duda, Los asesinatos incongruentes del castillo de Rock de Jardiel están inspirados en la novela de Matull La envenenadora del castillo de Rock; y La misa negra del barrio de Soho es una parodia de La misa negra de Nápoles y El sabueso del Soho (dos títulos alemanes que, con frecuencia, se publicaron juntos en un solo volumen)…».
Pero las influencias no acaban aquí:
«… los señores Cocoliche y Tragavientos, llamados “los reyes del detectivismo” y admirados por Enrique Jardiel Poncela, quien en su infancia leyó los folletines de un ignorado autor21 al que hemos logrado identificar, creemos que casi satisfactoriamente, nada menos que con Ramón J. Sender».
21 Así lo declara Jardiel en Amor se escribe sin hache: «En la infancia, mis primeras lecturas fueron alborotadas, incongruentes y diversas, lo cual les acontece a los niños que aman los libros y que han nacido de padres inteligentes. Dueño de varias grandes librerías repletas de volúmenes, leí al mismo tiempo a Dante que a Dickens, a Aristófanes que a Andersen, a Píndaro que a Amicis, a Ovidio que a Byron, a Swendborg que a Ganivet, a Lope que a Dumas, a Chateaubriand que a Conan Doyle, que al ignorado autor de Cocoliche y Tragavientos…» No nos cabe la menor duda de que estos personajes tuvieron mucho peso en Jardiel Poncela a la hora de concebir sus Novísimas aventuras de Sherlock Holmes.
El profesor de la Universidad Complutense Felipe González Alcázar[10] atribuye toda la inspiración de Jardiel al Canon, pero seguramente eso se deba más al desconocimiento de lo apuntado por Aroca que a la convicción. En cualquier caso, en su artículo nos desvela las claves con las que interpretar estos textos de Jardiel:
«… Jardiel aplica, efectivamente, este tipo de inversión a las novelas de Conan Doyle jugando con la implicación de los dos movimientos básicos de la parodia que actúan al unísono: la identificación con las formas conocidas y el retorcimiento de las mismas».

Y más adelante apostilla:

«… Esta parodia humorística (…) incide sobre el placer que todos hallamos en el reconocimiento. Ese reencuentro con lo conocido, con lo poseído íntimamente, rebosa de manera significativa en estas Novísimas aventuras».
El origen de los 38 asesinatos

De la Nota Previa firmada por el editor en febrero de 2010 (que reproduzco en su totalidad), se nos explica la génesis de Los 38 asesinatos y medio del Castillo de Hull (1936). En adelante me referiré a ella como «la novela corta»:

«… A lo largo de 1928, Enrique Jardiel Poncela (Madrid 1901-1952) publicó en revistas semanales siete episodios y un prólogo parodiando al popular detective creado por Arthur Conan Doyle. Los tituló globalmente Novísimas aventuras de Sherlock Holmes. Todas ellas fueron recopiladas en 1930 dentro del volumen miscelánea El libro del convaleciente, editado por Biblioteca Nueva.
 
El éxito de esta serie, en la que el propio Jardiel suplanta a Watson como narrador y ayudante del detective, le llevó a desarrollar en 1936 una novela corta utilizando para ello la trama del séptimo episodio, al que añadió partes del primero que escribiera a modo de prólogo. La tituló Los 38 asesinatos y medio del Castillo de Rock y apareció de forma independiente en un par de colecciones, entre ellas La Novela Corta.

Posteriormente, ya rebautizada como Los 38 asesinatos y medio del Castillo de Hull, Biblioteca Nueva volvió a recopilarla junto a otras novelas de pequeño tamaño en el segundo gran libro de miscelánea que editó a Jardiel, Exceso de equipaje, fechado en 1943.

Para realizar esta nueva edición en REY LEAR, que ahora llega a su tercera impresión, se han cotejado la mayoría de las anteriores y respetado el texto fijado en Exceso de equipaje, que presenta ligeras modificaciones respecto a las versiones precedentes; además, se ha utilizado el tomito de la popular Colección Pulga 7 novísimas aventuras de Sherlock Holmes[11]. Las ilustraciones, también debidas a la pluma de Jardiel Poncela, han sido entresacadas de El libro del convaleciente».

El séptimo episodio es Los asesinatos incongruentes del Castillo Rock; en adelante me referiré a él como «el cuento».
Sorprenden algunas imprecisiones del editor. La primera es que El libro del convaleciente no se editó en 1930, sino en 1939[12]. En palabras del propio Jardiel, en el prólogo de la segunda edición, de 1945, dice:
«… En plena guerra civil española y durante una corta estancia en Buenos Aires —otoño de 1937— se me ocurrió componer un tomo dedicado a los convalecientes de la lucha, que poblaban Hospitales y Sanatorios, con la recopilación de un centenar de antiguos trabajos cortos, publicados, al comienzo de mis actividades literarias, en diversas revistas semanales, hoy desaparecidas.
Mi propósito era, nada más y nada menos, que el de procurar a los convalecientes de las trincheras una lectura divertida, ligera y un poco pueril, como debe ser la lectura de todo convaleciente».

La segunda cuestión es que no he sido capaz de encontrar ningún rastro de la supuesta novela corta editada en 1936, Los 38 asesinatos y medio del Castillo de Rock[13], aunque sí hay constancia en ese mismo año de la edición de la Novela Corta Los 38 asesinatos y medio del Castillo de Hull.
Y la tercera cuestión: esta novela corta en realidad utiliza la trama del séptimo episodio (Los asesinatos incongruentes del Castillo de Rock), añade partes del primero (La serpiente amaestrada de Whitechapel) y toma el prólogo (en realidad, un primer episodio[14]) Mi encuentro con Holmes como prólogo de la novela corta. En honor a la verdad, el editor enmienda ese error en la nota titulada Reseña y Autor[15] (sin firmar y, por tanto, atribuible al editor) que antecede al prólogo que el escritor Rafael Reig hace al libro Novísimas aventuras de Sherlock Holmes en la edición de Rey Lear. 
«… Antes de publicar Los 38 asesinatos y medio del Castillo de Hull [BREVIARIOS DE REY LEAR, n° 3], Enrique Jardiel Poncela escribió siete relatos y un prólogo protagonizados por Sherlock Holmes. Gracias a la buena acogida del público, con el último de ellos, junto a recortes del primero y del prólogo, compuso Los 38 asesinatos...».
Pero lo que nos tiene aquí reunidos es el acertijo que Jardiel incrusta en su novela corta y que no aparece en el cuento que la origina, Los asesinatos incongruentes del Castillo de Rock. En este cuento hay un error (que aclararé al final de este artículo) que, en mi opinión, fue excusa para que la crítica se ensañara con este relato en particular y con la obra de Poncela en general. Cedo la palabra al profesor Manuel Martínez Arnaldos[16], que habla sobre la novela corta que nos ocupa:
«… Por cierto que Jardiel Poncela escribe una introducción a la novela con el título Aclaración a la idiotez del texto y dedicatoria a ciertos críticos jovencitos en la que afirma, entre otras cosas, que el relato que a continuación sigue lo ha escrito para ponerse a la altura de la idiotez de algunos críticos que han censurado y procurado echar por tierra sus páginas más inteligentes; por lo que les ofrece y dedica las páginas idiotas que siguen, con la seguridad y satisfacción de merecer esta vez su aplauso entusiasta. Unas consideraciones que luego, a lo largo del desarrollo de la novela, le llevan a transgredir, parodiar e ironizar, las numerosas frases y expresiones inglesas que se incluyen en el texto, tópicas y estandarizadas, que, en nota a pie de página, siempre traduce del mismo modo: “El tiempo es oro”. Por ejemplo: To be or not to be!: “El tiempo es oro”; five o'clock tea: “El tiempo es oro”; etc.».

Antes de matizar las palabras de Martínez Arnaldos, leamos el párrafo que Jardiel dedica a los críticos:
«… Tras diez años de contemplar atenta y fríamente el panorama literario, he adquirido el convencimiento de que la idiotez ha dejado de ser en literatura una cualidad esporádica y desdeñada para convertirse en una cualidad frecuente y elogiada a menudo por los críticos más viejos, expertos y severos. En cuanto a los críticos jóvenes —que son quienes se merecen mayor atención de parte del escritor, porque a ellos pertenece el porvenir de emitir juicios—, esos no solo elogian la idiotez de un modo automático allí donde se les presenta, sino que, en realidad, poseen unos cerebros tan idiotamente constituidos, que lo que no tiene una densa cantidad de idiotez les parece idiota. (Y espero que este sagaz análisis quede lo suficientemente claro, para no precisar de ninguna explicación.) A los jóvenes cuya idiotez innata los ha llevado a censurar y a intentar echar por tierra mis páginas más inteligentes, ofrezco y dedico las páginas idiotas que siguen, con la seguridad y la satisfacción de merecer esta vez su aplauso entusiasta. Si no lo logro, entenderé que aún no he puesto la idiotez de mi pluma al nivel de la idiotez de las suyas, y en ese caso procuraré ponerla en el futuro, añadiendo a la mezcla algunas gotas de cretinismo, con lo cual ellos y yo seremos iguales y todo irá como sobre ruedas... Ahora, que escribo páginas idiotas dedicadas a ciertos críticos jóvenes, el lector inteligente debe esforzarse por sentirse idiota. Y así, no perderá su tiempo ni habrá perdido su dinero».

En mi opinión, la supuesta crítica sustentada, entre otras cosas, en el «error de álgebra» lleva a Jardiel no sólo a introducir las frases en inglés a las que alude el profesor Martínez, sino a introducir el acertijo matemático, complicar un chascarrillo numérico (existente en el cuento) y ampliar el número de asesinatos que se comenten, pasando de los doce del cuento a los treinta y ocho y medio de la novela corta. Y todo para redimir el error numérico.
Si bien es cierto que entre el cuento principal (y las aportaciones de los otros dos) y la novela corta se realizan algunas alteraciones, sólo voy a analizar el chascarrillo, el acertijo (que como ya sabemos sólo aparece en la novela corta) y los asesinatos.
El chascarrillo numérico crece
El enunciado de la primera versión en la página 24 del cuento Prólogo. Mi encuentro con Holmes en Novísimas aventura de Sherlock Holmes:

«… Me quedé mirando al cielo como si reflexionara para no contrariar al gran policía; pero como ya antes había reflexionado lo suficiente y no me gusta malgastar el cerebro en trabajos inútiles, en los tres minutos concedidos me entretuve en calcular cuánto tiempo tardaría en llegar de París a Cáceres un hombre que anduviese a gatas, a razón de dos kilómetros por hora y descansando un día por cada catorce leguas. Casi iba a saber el tiempo exacto cuando me interrumpió la voz cortante de Holmes…»
Sorprende que la velocidad gateando que establece Jardiel sea de dos kilómetros la hora cuando andando se suelen recorrer cuatro, pero aceptaré esa velocidad de gateo como buena. La distancia entre París y Cáceres es de 1.258,53 kilómetros[17]. La legua es una medida de origen romano y, si bien es cierto que existe gran disparidad de definiciones y equivalencia kilométrica, escogeré la legua castellana, por cercanía al lugar de origen de Jardiel: Madrid. Una legua castellana equivale a 4,19 kilómetros. Nuestro gateador descansa 24 horas cada 14 leguas recorridas; es decir, tras gatear 58,66 kilómetros. Al alcance de muy pocas personas (y ningún caracol). Defino una jornada como el tiempo que emplea recorriendo esas 14 leguas (29,33 horas, ya que en una hora gatea 2 kilómetros) más las 24 horas de descanso, es decir, una jornada consta de 53,33 horas. No deja de sorprender la cantidad de horas seguidas que debe estar gateando nuestro viajero: una prueba propia de Hércules. Es fácil calcular que este viaje tomará 21 jornadas completas y aún restarán por gatear 5,1 leguas para llegar a la bonita población extremeña. En total, 1.130,77 horas, lo que equivale a 47 días, 2 horas, 45 minutos y 54 segundos. De estas 1.130,77 horas sólo gatea el 55,4% del tiempo, el resto descansa. Definitivamente un reto al alcance de muy pocas rótulas.
La segunda versión, en la página 22 de la novela corta Los 38 asesinatos y medio del Castillo de Hull:
«… Me quedé mirando al cielo, como si reflexionara, por no contrariar al gran policía; pero como ya antes había reflexionado lo suficiente y no me gusta malgastar mi cerebro en esfuerzos inútiles, invertí aquellos tres minutos concedidos en calcular cuánto tiempo tardaría en llegar de Madrid a Varsovia un hombre que anduviese a gatas, a razón de dos kilómetros por hora, descansando un día por cada catorce leguas y tres horas cada seiscientas yardas. Cuando iba saber exactamente en qué punto de Europa caía enfermo el individuo del problema, me interrumpió la voz cortante de Holmes…»
Pasados 8 años y, posiblemente, tras algún afeamiento por parte de la crítica, Jardiel decide rebajar el nivel de exigencia para el gateador. Pero tampoco demasiado, pues la distancia entre Madrid y Varsovia es de 2.292,41 kilómetros, mil más que entre París y Cáceres, y además cuesta arriba… al menos en los mapas. Mantiene el mismo descanso, el que me permitió definir la jornada, y añade uno nuevo: 3 horas de descanso cada 600 yardas recorridas. La yarda es una medida de longitud que usan los anglosajones y también los panameños[18]. De nuevo, existen múltiples yardas y escojo la más usada con una equivalencia de 0,914 metros. Nuestro gateador descansa 3 horas cada 600 yardas recorridas, es decir, tras gatear 0,5484 kilómetros. Defino una etapa como el tiempo que emplea recorriendo esas 600 yardas (16,45 minutos, ya que en una hora gatea 2 kilómetros) más las 3 horas de descanso; es decir, una etapa es de 3,27 horas. [19], nuestro gateador cubrirá el recorrido en 14.622,21 horas; es decir, 609 días, 6 horas, 12 minutos, 18 segundos. De los cuales sólo estará gateando el 7,8% del tiempo. Sin duda una proeza asequible para los poseedores de rótulas de titanio. ¡Estar gateando durante un año y ocho meses! Sigue siendo brutal, por muchos descansos que se hagan… pero al menos deja un margen amplio para salir de Varsovia antes de que los nazis inicien su asedio el 1 de septiembre de 1939 (recordemos que la novela corta se publicó en 1936, año del inicio de la Guerra Civil Española). Este chascarrillo se me antoja premonitorio: es fácil visionar a Jardiel como nuestro gateador que huye de Madrid a Varsovia, no en vano se exilió de España en 1937 tras pasar unos días en una prisión Republicana en Madrid.
Esta dosificación de esfuerzo sí parece asequible para muchas esforzadas rodillas. Se aprecia que una etapa toma bastante menos tiempo que una jornada. En particular, este viaje toma 4.180 etapas y aún restarían por recorrer 0,10 kilómetros, que le costaría cubrir casi 3 minutos. Es decir, un total de 13.686,21 horas. Pero aún nos falta calcular los descansos de 24 horas que conlleva cubrir una jornada. Es fácil comprobar que este viaje entre las capitales de España y Polonia toma 39 jornadas y aún restarían 4,67 kilómetros. Si cada jornada da derecho a un descanso de 24 horas, hay que añadir 936 horas de descanso adicional a las anteriores 13.686,21 horas. De esta forma, si cada vez que cubre 600 yardas desde el final de la anterior etapa descansa 3 horas y cada vez que cubre 14 leguas desde el final de la anterior jornada descansa 24 horas, independientemente de que se solapen el fin de una etapa y una jornada (o queden muy próximas)

El acertijo

La acción arranca en la primavera de 1925[20] en Londres. Páginas 30 y 31:

 «… Allí vive hoy, desde que se retiró de la política, que le produjo popularidad y náuseas a partes iguales, Lord Carddigan, llamado Sir Arthur Wooslesley, hombre recto, alto, rubio, que bizquea algo del izquierdo, defecto que sólo se le nota cuando se le mira a los ojos. Lord Carddigan tiene tres hijos: Silvia, Leticia y John. La primera cuenta treinta años menos que su padre, la segunda, doble edad que su hermano pequeño, y este, es decir, John, la cuarta parte de años que Silvia».
Vamos a resolver el acertijo y luego nos deleitaremos con la resolución que Jardiel pone en boca de Sherlock Holmes.
Si definimos C como la edad de Lord Carddigan, S como la edad de Silvia, L como la edad de Leticia y J como la edad de John, podemos expresar el acertijo en tres ecuaciones:
1.- Silvia (S) cuenta treinta años menos que su padre (C)

S = C - 30    ó   C = S + 30.

2.- Leticia (L) dobla en edad a su hermano pequeño John (J)

                L = 2*J

3.- John (J) tiene la cuarta parte de años que Silvia (S)

                J = S/4     ó    S = 4*J

Por el propio enunciado del acertijo sabemos que C > S > L > J, nada que no se deduzca de las anteriores ecuaciones y de imponer a las edades su pertenencia a los números naturales, o en su defecto a los racionales positivos.
Tenemos pues un sistema de 3 ecuaciones linealmente independientes y 4 incógnitas, lo que supone la existencia de un grado de libertad; es decir, tenemos un sistema de ecuaciones compatible indeterminado. «No podemos resolver este sistema», pues existen infinitas soluciones posibles. Pero al ser un sistema «abarcable» es fácil encontrar y acotar el conjunto de soluciones compatibles con la naturaleza humana. Para ello simplemente debemos eliminar el grado de libertad dando valores a una de las variables: la más sencilla es J, la edad del pequeño John. Previamente expresamos las demás edades del acertijo (el resto de variables) en función de la edad de John: Leticia y Silvia ya están así expresadas, sólo nos falta la edad de Lord Carddigan, C,  en función de J, para ello sustituimos la edad de Silvia por 4*J (de la ecuación 3):

1’.-         C =  4*J + 30

Gráfico 1. Las distintas soluciones se determinan en los puntos de corte de las posibles rectas verticales que determina la edad de John. Se han representado dos ejemplos; en uno John tiene 5 años (línea discontinua) y en el otro John tiene 10 (la línea roja). Los puntos de corte de la recta vertical con la recta azul fija la edad de Leticia, con la verde la edad de Silvia y con la amarilla la de lord Carddigan. Soluciones a la derecha de la línea roja (John tendría más de 10 años) implica que Silvia habría nacido antes de que sus padres se casaran, cuestión que indico con la flecha roja.
Podemos identificar las edades que resuelven el acertijo de forma gráfica.

1. Las distintas soluciones se determinan en los puntos de corte de las posibles rectas verticales que determinan la edad de John. Se han representado dos ejemplos; en uno John tiene 5 años (línea discontinua) y en el otro John tiene 10 (la línea roja). Los puntos de corte de la recta vertical con la recta azul fijan la edad de Leticia, con la verde la edad de Silvia y con la amarilla la de Lord Carddigan. Soluciones a la derecha de la línea roja (John tendría más de 10 años) implica que Silvia habría nacido antes de que sus padres se casaran, cuestión que indico con la flecha roja.

Y en sus valores, si nos concentramos en valores enteros (ningún motivo hay para descartar las soluciones con edades con decimales). La siguiente tabla nos da todas las soluciones posibles con edades enteras y «razonables»
Sabemos que los Carddigan se casaron el lunes 13 de julio de 1885[21] y que la narración transcurre en la primavera de 1925; es decir, la resolución del acertijo se produce entre el 20 de marzo  y el 21 de junio de 1925, luego, tomando el día medio, Sherlock lo resuelve el 5 de mayo de 1925. Es decir, los Carddigan se casaron hacía 40 años menos 70 días (NOTA, si consideramos que el día 5 de mayo aún no ha transcurrido: los 70 días se componen de los restantes 27 días de mayo, los 30 de junio y los 13 días de julio). En la época victoriana la aristocracia no solía tener hijos extramatrimoniales reconocidos. Luego la edad máxima de Silvia para nacer dentro del matrimonio se sitúa en 40 años (redondeando los 70 días); edades superiores de Silvia implican que nació antes del matrimonio de sus padres, cuestión que queda reflejada con la línea roja en el gráfico y tabla de edades.
Por encima de 15 años para John ponemos en un aprieto la viabilidad de la solución al exigir una extrema longevidad (y fertilidad) a su progenitor para la época victoriana.
Se han representado las distintas soluciones (cada fila es una solución) para edades “enteras”. Así cada columna nos da la edad para cada uno de los hijos: John; Leticia, Silvia y la de Lord Carddigan para cada una de las soluciones.
¿Cuál es la solución? Todas son igual de buenas, pero es cierto que los humanos con sistema numérico en base diez nos sentimos atraídos por las soluciones múltiplo de 10; de ahí que la señalada en amarillo sea nuestra mejor respuesta (he descartado la siguiente solución múltiplo de 10 por ser poco factible que Lord Carddigan alcanzase los 110 años de vida). Como segunda opción nos suelen gustar las soluciones múltiplos de cinco, de ahí las dos soluciones destacadas en naranja, y como tercera opción se suelen destacar soluciones pares, soluciones que abundan en este acertijo.
La solución de Holmes

 Página 31:
«… —Entonces —dijo Holmes—, Lord Carddigan acaba de cumplir los setenta años.
—Justamente, en marzo.
—Y John tiene diez años; Leticia, veinte y Silvia cuarenta…
—Eso es —aprobó Molkestone, aterrado ante la velocidad mental para el cálculo que denotaba Sherlock Holmes—. ¿Cómo lo ha deducido tan pronto?».

Se comprueba que la solución dada por Holmes es la ya comentada: la única solución factible múltiplo de diez (la solución destacada en amarillo). Con ello Jardiel consigue que sus lectores se sientan confortables: Sherlock ha dado instantáneamente la solución con la que nos sentimos más cómodos, amén de ratificar la inteligencia deductiva del gran detective… pero la alegría dura poco en la casa del pobre.

La resolución de Holmes

Página 31:

«… ─Era fácil. Bastaba multiplicar tres, que son los hijos, por el logaritmo de pi, que son tres catorce dieciséis, dividiendo el resultado por el número de años que hace que lady Carddigan murió de parto. Sumando la edad de la muerta al total y deducido el tiempo que Lord Carddigan se dedicó a la política, he obtenido la edad de John. Para saber la edad de Leticia he doblado la del hermano; y para saber la de Silvia, he restado la suma de los años que tienen Leticia y John de la fecha en que se casó Lord Carddigan, que, si no recuerdo mal, fue el 13 de julio de 1885. Como ve usted, el cálculo no era demasiado complicado».

Este es el mejor ejemplo del Sherlock de Jardiel, imprevisible e inabarcable, sacando al lector holmesiano de su zona de confort, las más de las veces para hacerlo sonreír [22], pero en otras para angustiarlo, como en esta ocasión.
Holmes introduce tres ecuaciones nuevas (4, 5 y 6), aunque una de ellas (5) es la segunda ecuación del acertijo. También introduce 4 nuevas variables (en realidad son 3 variables y un parámetro, aunque como ya veremos requieren asumir tantos nuevos supuestos como una variable): a, b, d y e, por lo tanto irresolubles, pues está añadiendo 2 grados de libertad nuevos; es decir, 4 variables menos 2 ecuaciones nos da los 2 nuevos grados de libertad.
Añadimos a las 4 edades anteriores las nuevas definiciones: a como el número de años que hace que Lady Carddigan murió (recordemos que la acción se desarrolla en la primavera de 1925), b como la edad de Lady Carddigan en el momento de su muerte, d como el número de años que Lord Carddigan se dedicó a la política y e la fecha de la boda de los Cardiggan, el 13 de Julio de 1.885: por lo tanto e es un parámetro, pues sabemos su «valor», aunque no cómo se convierte en un «número».

Las nuevas ecuaciones de la resolución del Sherlock «Jardeliano».

4.- Multiplicar tres por el logaritmo de pi (log π), dividiendo el resultado por el número de años que hace que lady Carddigan murió de parto (a). Sumando la edad de la muerta (b) al total y deducido el tiempo que Lord Carddigan se dedicó a la política (d) he obtenido la edad de John (J). 
             
(3logπ/a) + b – d = J

5.-  Para saber la edad de Leticia (L) he doblado la del hermano (J). Nótese que es idéntica a la ecuación 2.

L = 2*J

6.- Para saber la de Silvia (S), he restado la suma de los años que tienen Leticia (L)  y John (J) de la fecha en que se casó Lord Carddigan, 13 de Julio de 1885 (e).

                S = e – (L + J)

En resumen, ahora tenemos:
5 ecuaciones (3 del acertijo más las dos nuevas): 1, 2, 3, 4 y 6 (la 5 es idéntica a la 2, por lo que no aporta nada al sistema),
7 variables (las 4 edades del acertijo más las tres nuevas): C, S, L, J, a, b y d  e, un parámetro de difícil interpretación; vamos, que es como una variable adicional.
En resumen, ahora tenemos un sistema con 2+1 grados de libertad, es decir, existen infinitas soluciones y para poder enumerarlas debemos darle valores arbitrarios a dos de las variables y al parámetro.
La resolución del Sherlock de Jardiel no sólo no ha aclarado la solución sino que la ha llenado de interrogantes, como no podía ser de otra manera. A parte de «vengarse» de los críticos, Jardiel usa aquí este recurso para mostrar al lector lo bizarro y enrevesado del pensamiento del personaje, que desprecia las soluciones convencionales para, finalmente (y en contra de su voluntad), acabar sucumbiendo ante la evidencia de la solución «sencilla», pero no por ello sin renunciar a dar su toque personal.
La resolución del Sherlock de Jardiel es un dislate, un sinsentido…. la perfecta introducción al sorpresivo final del relato: el más puro homenaje a la ya famosa cita

«Una vez descartado lo imposible, lo que queda, por improbable que parezca, debe ser verdad».
El signo de los Cuatro (1890)
que Jardiel homenajea en la página 75 con estas palabras:

«Hay que someterse a la fuerza de la lógica y de la deducción, por muy espantosas que estas sean».
Pero nadie dijo que el Gran Juego fuera fácil.


Racionalizando las ecuaciones

Recordemos que ya sabemos la solución, ya hemos visto cuáles son las edades. Ahora se trata de meter en cintura a las excentricidades del Sherlock jardeliano. Es decir, eliminar los grados de libertad encontrando valores razonablemente confortables a nuestra psique. Para ello procederé resolviendo en términos razonables, ecuación a ecuación, las dos nuevas planteadas por Jardiel. Partiendo de la solución J = 10, L = 20, S = 40 y C = 70, es cuestión de encontrar valores sensatos al resto de variables para que se cumplan las ecuaciones.

4ª ecuación: (3logπ/a) + b – d = J

Desconocemos los valores de tres variables a, b y d. A pesar de que b y d son dos variables independientes entran en la ecuación restándose, por lo que podemos simplificar el análisis definiendo una nueva variable, la variable x, que tome el valor de b d (es decir, x = bd). La interpretación de x es: cuántos años más (menos si x es negativa) vivió Lady Carddigan que años estuvo en política su esposo. Obviamente, nada impide que x tome valores negativos. Una forma sencilla de acotar estos grados de libertad (o el libre albedrío de las variables) es suponer que Lord Carddigan abandona la política al morir su esposa. Así x se convierte en el número de años que tardará (que llevaba, en caso de ser x negativo) en dedicarse a la política Lord Carddigan a partir del nacimiento de su futura esposa, o cuántos años tenía la futura Lady cuando el Lord entró en política.
Sabemos que Lady Carddigan muere dando a luz. Lo más pronto que puede morir es al dar a luz a John (es decir a = J = 10) o morir posteriormente al dar a luz a otro bebé que a día de hoy (primavera de 1925) no vive. En cualquier caso, a debe ser menor o igual que 10, que es la edad de su hijo John (a< J = 10).
Aun así queda un grado de libertad. Recordemos que J = 10 y que 3log π = 3,4341896575482… [23], sólo hay que dar valores a x (cuántos años tenía la futura Lady Carddigan cuando su futuro esposo entró en política) y obtener algebraicamente el valor de a (cuántos años lleva muerta Lady Carddigan),  que satisface la ecuación 4’:

La primera columna nos muestras distintos valores (no están todos ni mucho menos) para x. La segunda columna nos dice, dado el valor de x que valor de a, cumple la cuarta ecuación. Destacado en amarillo la solución escogida.
4’.-    (3,43418/a) + x = 10
A continuación se presenta una tabla con valores de a y x que resuelven esta ecuación.
¿Con cuál nos quedamos? Todos son correctos. Bueno, vemos que cuando x es igual a 10 la ecuación no tiene solución. A partir de ahí, para valores de x mayores a 10, a nos da negativo, lo que tiene sentido matemático pero no lógico, no se puede llevar -3 años muerto... no al menos en un mundo victoriano[24]. Yo he destacado la solución x igual a 4 y a = 0,57, lo que conlleva que Lord Carddigan empezó en política cuando su futura esposa contaba con 4 años de edad y que ésta murió hace casi 7 meses, lo que significa que Lady Carddigan murió el 8 de octubre de 1924 (recordemos que el acertijo se resuelve el 5 de mayo de 1925).

6ª ecuación:  S = e – (L + J)

Lo sabemos todo: S = 40, L = 20, J = 10 y e = 13 de julio de 1885. Luego para que la ecuación se cumpla hay que «transformar» el 13 de julio de 1885 en un número, en concreto en el número 70. Es decir, sustituyendo los valores de S, L y J en la ecuación 6ª obtenemos:  40 = e – (20 + 10), y despejando e verificamos que e debe ser igual a 70 para cumplir la ecuación.
Sí, los 70 días del «bochorno», pues, como ya he comentado antes, setenta días son los que Silvia nació antes de la boda de sus padres. Pero seamos magnánimos y evitemos escándalos, supongamos que las edades son un redondeo al año más próximo y hagamos nacer a Silvia con sus padres ya casados.
Busquemos otra forma de convertir el 13 de julio de 1885, lunes por más señas, en un bonito setenta. De todos es conocida la curiosa costumbre que tienen los británicos de presentar el año dividido en la centuria y el año corriente dentro de esa centuria. Así, el año 1885 lo presentan como 1885, es decir el siglo 18 y 85 el año corriente dentro del siglo XIX. A su vez, y dentro de la irritante costumbre norteamericana de variar el orden «natural» de las cosas, ellos anteponen el mes al día.  Así, 13 de julio de 1885 pasaría a ser el July, 13th 1885. Convirtamos esta fecha en un número… forzando esta costumbre de cambiar el orden y restando los dígitos de la fecha (convirtiendo July en 7, por ser el séptimo mes del año). Así convertimos el día de la boda en 60, ya que: 85 – 18 – 07 = 60. Sí, ya sé que el 13 no aparece en los cálculos, pero esto se debe, sin duda alguna, a la superstición. Superstición que impide que el número de la mala suerte por antonomasia entre en cualquier cálculo «razonable». Por lo tanto, y para no atraer sobre mí la mala suerte, elimino el 13 del cálculo.

Una vez realizados cálculos «razonables» y libres de los malos influjos azarosos, el resultado de la conversión de la fecha de la boda es 60. Sin embargo, la ecuación requiere que la fecha sea 70. ¿Dónde están los 10 que faltan?

Jardiel Poncela se ha guardado el último as en la manga, y ahora es cuando nos lo muestra. No en vano el título de este relato es: Los 38 asesinatos y medio del Castillo de Hull, cuando en realidad sólo se producen 28 asesinatos y medio. ¡Ahí están los 10 que faltan para resolver el enigma! ¿Es un error de Poncela? No, rotundamente no. Es otra broma, una trampa a sus críticos. No me adelanto más, veamos primero:

Los 28 asesinatos y medio de Los 38 asesinatos y medio del Castillo de Hull pergeñados por Enrique Jardiel Poncela

Los resaltados en negrita son míos e indican los muertos, las cursivas son del texto original de Jardiel. Como ya he comentado, las páginas de las citas son las de mi ejemplar,  correspondiente a la 4ª edición (noviembre 2010) en la colección «Breviarios del Rey Lear», editado por Rey Lear, S.L.
Podría pensarse que Jardiel es descuidado con la aritmética, lo cual no es cierto, pues en ningún momento le descuadran el número de personas que se encuentran en el Castillo de Hull (47 personas, más Sherlock y Harry —el propio Enrique Jardiel Poncela—) entre hijos, invitados y servicio doméstico, y que acabarán todos muertos, fugados o detenidos. Por lo tanto, los 10 muertos que faltan son una clara señal que Jardiel nos brinda para resolver la última ecuación.

Muertos: 1, 2 y 3. Página 34:

«… Pero, de pronto, a partir del martes pasado, la tragedia se ha cernido sobre el Castillo, y desde entonces… desde entonces cada día muere misteriosamente una persona. Habían fallecido ya míster Fly, el arquitecto Penha y mademoiselle Letorneur, cuando…».

Muerto: 4. Página 34:

«… Y ¡anoche!, anoche, señor Holmes —y los ojos de Molkestone volvieron a inundarse de lágrimas—, murió mi pobre hijo, ¡mi Peter!…».

Muerto: 5. Página 43:

«… «Apresúrese. Molkestone ha sido asesinado la noche pasada».
Muertos: 6, 7 y 8. Página 51:

«… Corrimos hacia el salón y, al entrar, vimos tendida en la alfombra, muerta a Leticia Wooslesley. A su lado se hallaba el cadáver de su hermano John y más allá, en un diván, agonizaba elegantemente Rene, “el bello marsellés” amante de la difunta Lucille».
(Nota: mademoiselle Lucille Letorneur tuvo el dudoso honor de ser la tercera muerta en el Castillo).
Muertos: 9, 10, 11 y 12. Página 61:

«… A la claridad lunar distinguimos los cadáveres de tres hombres y una mujer. Mc. Gregor, Warren y el doctor Brown eran los hombres. La mujer era Silvia Wooslesley, la hija primogénita de Lord Carddigan».
Muerto: 13. Página 62:

«… Vi claramente a Diana Brown detenerse al llegar al tercer ventanal, extender los brazos en cruz y caer exánime con un gemido prolongado».
Muertos: del 14 al 19 inclusive (6 muertos). Página 62:

«… La luz del sol del nuevo día, que amaneció nubladísimo, alumbró otros seis asesinatos imposibles de explicar: los de cinco criados y el de Oldegarda Belfast, la madre del que había sido en vida arquitecto sueco, Penha».
(Nota: El arquitecto sueco Penha tuvo el dudoso honor de ser el segundo muerto en el Castillo, como ya hemos visto).

Muertos: 20 y 21. Página 67:
«… Aquel día murieron dos personas más: el violinista Chulesko y el suegro de Mc. Gregor».
Muertos: 22, 23, 24 y 25. Página 68:

«… Por la noche, a eso de las once, “cayeron”, para no levantarse nunca, las hermanas Hearts: Polly, Dolly, Molly y Lully, bajo el poder infernal de aquel asesino misterioso».
Muerto: 26. Página 73:

«… Al mediodía ha muerto mistress Penkhurst, la conferenciante bíblica».
Muertos: 27 y 28. Página 75:

«… Esta noche han muerto Lord Carddigan y Evans casi al mismo tiempo, Harry…».
¿Y el medio asesinato?

Es obvio, desechado el evidente engaño de hacernos creer que una de las mujeres asesinadas estaba embarazada y por tanto el feto debe ser considerado ese medio asesinato. Es evidente que lo que resta por improbable es cierto. Jardiel está poniendo bajo la potente luz del intelecto de Sherlock una obviedad para que sus amables lectores la deduzcan… Lord Carddigan es un medio asesino: al fallecer su esposa al dar a luz a su cuarto hijo, el Lord actúo consecuentemente para que este neonato muriera… ya que, evidentemente, no era hijo suyo. Es del todo imposible que él, con 70 años menos 16 meses (9 meses de gestación más los 7 meses desde que murió su esposa) fuese el padre. De hecho, un análisis detenido evidencia que el padre de la criatura es Peter Molkestone (el cuarto en morir), hijo del gorrón Mr. Molkestone, que contrata a Sherlock para desvelar el asesino de los asesinatos del Castillo de Hull.

Página 32:
«—Yo vivo allí gracias a la bondad de Lord Carddigan, porque he resuelto no pagar al casero. Y me dedico a correr y descorrer las cortinas del salón grande».
¿Qué otro motivo tenía Lord Carddigan para invitar a la celebración al hijo del gorrón sino vengarse del responsable de la cornamenta que adorna su noble testa?
Página 32:

«—Hace dos semanas, para celebrar la muerte en Londres de su abuela, vieja repugnante que había prometido morirse en 1912 y que no lo ha hecho hasta el día 23 del pasado, Lord Carddigan organizó un programa de fiestas en el Castillo e invitó a ellas a algunas de sus amistades. (…) fue invitado también mi hijo Peter, de mi mismo apellido…».

¿Desde cuándo y a razón de qué el hijo de un infecto gorrón desagradecido se encuentra entre las amistades de un cornudo Lord inglés de 70 años? Sólo la venganza puede explicar semejante invitación. Pero, para desgracia de la restauración de la honra de Lord Carddigan, el asesino se adelantó a sus planes de venganza, matando al joven Molkestone.
En realidad esta explicación es una fantasía rococó que me he inventado. El medio muerto corresponde al propio narrador: Harry. El narrado sólo puede medio morir si tiene que narrar la historia[25], pero escuchemos al propio Harry narrar su propia media muerte. Páginas 68 y 69:

«… Me faltaba un paso para franquearla cuando sentí un golpe en la nuca, seguido de un vivísimo dolor; la oscuridad se llenó para mí de puntos rojos; luego percibí una claridad inexplicable, como un fogonazo, y después no sentí nada.
Sin duda, estaba muerto. O, por lo menos, yo creía estarlo, pues recuerdo que al caer sin sentido pronuncié unas palabras que eran como el resumen de toda mi vida que concluía. Dije:
—Es un film Paramount.
Y el Castillo de Hull, Lord Carddiggan[26] y el mismo Sherlock Holmes, dejaron de existir para mí».

Jardiel nos ha dejado el enigma resuelto y tiende una trampa en la que los idiotas caerán. Esa idiotez que demostraron sus críticos, en particular los más jóvenes. Estas 10 muertes que faltan a las cuantificadas en el título, son una venganza por las duras críticas recibidas[27] al cuento Los asesinatos incongruentes del castillo Rock. En el cuento Jardiel mata a los once residentes del castillo Rock sin tener en cuenta que también residen permanentemente la «apática servidumbre»[28] más Atanasio Camuflay[29] (que vive en el castillo sin pagar al casero corriendo y descorriendo cortinas), ni que Harry y Sherlock están hospedados en el castillo mientras Sherlock resuelve el caso. Por lo que es del todo imposible resolver Los asesinatos incongruentes del castillo Rock como lo hace el Sherlock Jardeliano. A mayor abundamiento, Jardiel mata dos veces al mismo personaje: Peter Brown en cuarto y undécimo lugar (ver «Anexo: los 12 asesinatos de Los asesinatos incongruentes del Castillo Rock»). Es fácil comprender como Jardiel se vio en la obligación de rehacer esta historia teniendo un pulcro y absoluto respeto por el número de residentes, el servicio y los dos hospedados. Incluso añadir la media muerte de Harry para que fuera verosímil lo narrado. En varios momentos realiza el recuento de los vivos y todos acaban muertos, huidos o detenidos, como por ejemplo en la página 63. ¿Todos? No, todos no, faltan 10, pero eso ya lo he explicado.

ANEXO: los 12 asesinatos de Los asesinatos incongruentes del Castillo Rock.

Los resaltados en negrita son míos e indican los muertos, las cursivas son del texto original de Jardiel. Como ya he comentado, las páginas de las citas son las de mi ejemplar de Novísimas aventuras de Sherlock Holmes, correspondiente a la 1ª edición (mayo 2008) en la colección «Breviarios del Rey Lear», editado por Rey Lear, S.L.
Relación de los 11 residentes. Nótese que no habla de los asistentes, ni de Atanasio Camuflay, ni se cuenta a Sherlock, ni a Harry. Página 89, los números en negrita entre paréntesis son míos:

«— En el castillo viven, además de Lord Rock (1), su bella y delgada hija Syli (2); el marido, Horacio Warren (3); el suegro, míster Richard (4), del mismo apellido que su hijo; su esposa la noble dama francesa, madame Lucille Duclos (5); el arquitecto Arthur Sheridan (6); su hija Sally (7); su hermano, Evans (8); la mamá, Evelina (9); el doctor Edgar Brown (10) y su hijo Peter (11)».
Al lado de cada muerto indicaré a qué invitado corresponde de la anterior enumeración. Muertos: 1 (el 3º), 2 (la 5ª) y 3 (el 10º). Página 90:

 «… Cada noche muere misteriosamente una persona. Han fallecido ya Horacio Warren, madame Duclos y el doctor Brown».

Muerto: 4 (el 11º). Ésta es la primera muerte de Peter Brown, hijo del doctor Edgar Brown. Página 90:
«… Anoche, cuando el terror nos había hecho migas a todos, murió también el hijo del doctor Brown».
Muertos: 5 (el 4º), 6 (la 2ª), 7 (el 6º) y 8 (la 7ª). Página 93:

«… habían fallecido ya míster Richard, que apareció envenenado en la caseta del perro; Syli que murió sin decir ¡ay!, a pesar de que la muerte sobrevino en el instante en que entonaba una romanza; Arthur Sheridan, que la diñó electrocutado cuando encendía la luz de su alcoba y Sally, que pereció a consecuencia de la rotura de una placa al sacar una fotografía de su mama».
Muertos: 9 (el 8º) y 10 (la 9ª). Página 94:

«…En las dos noches siguientes desaparecieron del mundo de los vivos Evans, que murió mirando un armario de luna, y Evelina, que murió mirando la luna sin armario».
Muerto: 11 (el 11º). Ésta es la segunda muerte de Peter Brown, hijo del doctor Edgar Brown. Página 94:

«… Al otro día falleció Peter, atragantado por un hueso de melocotón».
Muerto: 12 (el 1º). Página 94:

«… PERO A LA SIGUIENTE mañana, Lord Rock apareció igualmente muerto en su cuarto».
By PacoMan (Nombre canónico: Billy, el Botones de Baker Street, 221B)



[1] «Todo lo desconocido se piensa que es magnífico» o «Todo lo desconocido parece inmenso». Tácito (Sobre la vida y carácter de Julio Agrícola, alrededor de 98 d.C.) 
[2] Amablemente, Juan me lo ha confirmado este pasado abril de 2016:

«… nuestro libro más vendido desde que salió, en 2007, es Los 38 asesinatos y medio del Castillo de Hull, de Jardiel Poncela, y sigue siendo…».

La cita del artículo está tomada del artículo del 26 de noviembre de 2010 firmado por Álvaro Cortina para el periódico El Mundo titulado Los crímenes de Guzmán el Bueno Street, consultable el 14 de abril de 2016 aquí: http://www.elmundo.es/elmundo/2010/11/26/novelanegra/1290773522.html 
[3] Ni tan siquiera el omnipresente repositorio virtual IMDB puede aclarar nada más…. Aunque López Aroca ya lo constata en su libro de 2014 Sherlock Holmes en España (Academia de Mitología Creativa Jules Verne), en la página 209. Las fotos de los intérpretes son cortesía de José Goas Jul. Aquí el enlace en IMDB al programa de TVE que nos ocupa, visitable el 14 de abril de 2016:  http://www.imdb.com/title/tt0686963/ 
[4]  «… Es posible que la interpretación del ritual no sea tan sencilla como sugiere el relato de Holmes.». Cita de Leslie S. Klinger (2005), de su monumental Sherlock Holmes Anotado, volumen Relatos I, Akal, página 553. En el largo comentario que sigue a la primera frase que he citado, Klinger repasa las muchas objeciones y puntualizaciones que los eruditos holmesianos han realizado. Yo, en mi humilde condición, estudio una futura aportación. Pero eso es otra historia que deberá contarse en otro momento. 
[6] Este cuento es un inteligente homenaje a la novela de Daniel Keyes (1958) Flores para Algernon. En este relato se resuelve el Puzle de la Cebra, también conocido como el Acertijo de Einstein, y así poder aprovechar el impacto mediático del mantra que siempre acompaña al Einstein's Riddle: sólo el 2% de la población es capaz de resolverlo. Disponible en mi sitio web:
[7] Epigramas muy usados por Holmes, tanto es así que han dado lugar al término sherlockismus. Jardiel es un maestro del epigrama:  «la tarde caía sin hacerse daño», alguien «se desmayó lo mejor que pudo». 
[8] Existen muchos paralelismos con Tomás Salvador, además del uso del recurso narrativo de la resolución de acertijos matemáticos. Pero eso es otra historia, que espero contar en otro momento. 
[9] Esta y la siguiente cita están tomadas de su obra ya citada: páginas 140 y 171, respectivamente. 
[10] En su artículo el profesor González incurre en los errores bibliográficos que señalaré en la siguiente sección, ya que usa la información bibliográfica que aparece en la edición del Rey Lear. El profesor no es partidario de considerar  estas obras como pastiches, al considerarlas parodias:
«…  El autor de una parodia, por su parte, no es el ejecutor de un pastiche, tal vez la más sencilla manifestación de lo cómico si exceptuamos la imitación burlesca; no renuncia a su creatividad sino que asimila el texto de origen para convertirlo en algo diferente».
Esta cita está tomada de la página 69; las dos que siguen a esta nota (en el cuerpo principal de ese artículo) son de las páginas 66 y 68, respectivamente, del brillante artículo: González Alcázar; Felipe (2012) Formas comparadas: la creatividad paródica en las Novísimas aventuras de Sherlock Holmes de Jardiel Poncela. Revista Cálamo, 2012, nº 60, 63-72. Monográfico Literatura Comparada. Consultable el 17 de abril de 2016 en: https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=4115666
[11] Algunas de ellas adornan este artículo. Nótese cómo Harry es efectivamente Jardiel; compárese la primera viñeta con su autorretrato.  
[12] Quiero agradecer a Don Alberto López Aroca su inestimable ayuda en la búsqueda bibliográfica. Como bien matiza el autor de decenas de pastiches «… cualquier bibliografía (y eso incluye la mía) es un eterno work-in-progress incompleto y sujeto a revisiones, añadidos y cambios». En cualquier caso, los errores que aquí aparezcan son todos de mi única paternidad. Partiendo de lo publicado en su monumental Sherlock Holmes en España (2014) y de un posterior trabajo de búsqueda, puedo establecer que el cuento se publica el 8 de abril de 1928, que la primera vez que se compila es para El libro del convaleciente y que la edición más temprana de esta es en 1939: la edición de Zaragoza, colección Hispania, y es posible que exista otra del mismo año en la editorial Biblioteca Nueva. Que no hay evidencias de la publicación de la novela corta Los 38 asesinatos y medio del Castillo de Rock ni en 1936 ni posteriormente. Que en 1936 se publicó Los 38 asesinatos y medio del Castillo de Hull en al menos dos colecciones: Novela Corta y Novela de Una Hora.  
[13]  Como ya he comentado en la nota anterior, no aparece en la obra de referencia de Sherlock en España —la ya comentada obra de López Aroca—, ni en la página web que sus nietos le dedican (consultable el 18 de abril de 2016 en http://jardielponcela.blogspot.com.es/2009/01/su-obra.html ). Tampoco en la web más completa dedicada a Jardiel administrada por Juan Ballester (consultable el 18 de abril de 2016 en http://elblogdejardielponcela.blogspot.com.es/ ), así como en ninguna de las múltiples fuentes que he consultado.  
[14] Es cierto que en la edición de Rey Lear de las Novísimas aventuras no están numerados los episodios y que el primero es editado como «Prólogo: Mi encuentro con Holmes», aunque en el índice únicamente aparece como «Prólogo».  
[15]  Cabe decir que no todas las ediciones del libro constan de esta nota, así mi copia física de la primera edición de 2008 no la posee.  
[16] Tomado de: La novela policial de humor española como estrategia paródica (1900 – 1936). Publicado en REVISTA DE ESTUDIOS FILOLÓGICOS Nº23, julio 2012. El 10 de abril de 2016 era consultable en: https://www.um.es/tonosdigital/znum23/secciones/estudios-17-la_novela_policiaca_de_humor_espanola.htm#_ftn18  
[17] Según la simpática página web www.distanciasentreciudades.com  
[18] Así lo asegura Wikipedia…. o al menos el autor de esta entrada https://es.wikipedia.org/wiki/Yarda  
[19] Sin embargo, no tiene un efecto tan grande si suponemos que se unificase el descanso de jornada y etapa en 24 horas, «perdiéndose» 3 horas de descanso, siempre que el fin de una jornada y una etapa no disten entre sí más de un determinado número de minutos. En la siguiente tabla se resume en cuántas horas se reduciría el viaje en función del número de minutos que definen el intervalo. La fila «Minutos» indica cuántos minutos definen el intervalo de solapamiento. La fila «Solapamiento» nos señala cuántas de las 39 jornadas se solapan con alguna de las 4.180 etapas para ese intervalo. La fila «Horas a restar» nos indica cuántas horas de descanso perdería nuestro gateador: 3 horas por cada solapamiento. Así, si fijamos en 5 minutos el intervalo máximo entre el fin de una etapa y una jornada se producen 14 solapamientos, por lo que descansaría 42 horas menos. Es decir, el trayecto le tomaría 14.580,21 horas.

[20] En el cuento que origina esta novela corta, sin embargo, la acción arranca el 8 de noviembre (ver página 87). Además, en el cuento-prólogo donde se conocen Sherlock y Harry, alias Enrique Jardiel Poncela, la acción se sitúa en primavera de 1926 (ver página 17). Ambas páginas de Novísimas aventuras de Sherlock Holmes.
[21] En la resolución de Sherlock encontraremos la cita exacta.  
[22] Como ya nos adelantó el profesor González Alcázar en su anterior cita.
[23] Jardiel recurre al logaritmo para «espantar catetos», se está riendo de la minuciosidad matemática de sus críticos. El logaritmo es una función matemática muy usada antes de la proliferación de las calculadoras científicas y cuando la hoja de cálculo no era ni tan siquiera un sueño húmedo de informático. Por la simple razón de que no existían… los informáticos, no existían los informáticos. Gracias a las tablas de logaritmos (la primera creada por John Napier en el siglo XVII), era muy sencillo calcular números exponenciales, imprescindibles para arquitectos, ingenieros y banqueros. El tres logaritmo de pi que Jardiel pone en su ecuación es un número que no tiene mayor sentido, un espanta catetos, como ya he comentado. Pero no debemos olvidar que con dos vulgares catetos se calcula la muy aristocrática hipotenusa.
[24] El zombi es el único monstruo «clásico» que no se origina (o se revitaliza) en la literatura victoriana.
[25]  Dado que hemos descartado a los zombis por no ser monstruos canónicamente victorianos.
[26] Al apellido del propietario del castillo le ha crecido una g adicional… aparentemente es una errata, pero no me atrevo a descartar un mensaje oculto del Editor o del tipógrafo... Empiezo a tener ojos de japonés de tanto sospechar.
[27] Debo admitir que no he encontrado ninguna evidencia de que las críticas se centrasen en los errores algebraicos del cuento. Pero al igual que el sociólogo Émile Durkheim (1858-1917) comentó a Max Weber cuando éste le crítico la poca verosimilitud de sus teorías sobre el suicidio, recogidas en su libro El Suicidio (1897), «no voy a dejar que la realidad estropee mi bonita teoría».
O, en términos más canónicos, me permito el lujo de citar las tres primeras frases de Estudios sobre la literatura de Sherlock Holmes de monseñor Ronald A. Knox en 1912:
«… Si existe algo en esta vida que resulte placentero, es hacer aquello que se supone que uno no debe hacer. Si existe algo placentero en la crítica es encontrar lo que se supone que uno no debería encontrar. Es el método mediante el cual tratamos como significativo algo que el autor no pretendía que lo fuera, y con el que señalamos como esencial algo que el autor miraba como incidental».
Tomado de la página 55 de Varios Autores (2015), El otro Canon de Sherlock Holmes, Los libros de Barsoom. Número 6 de la colección «Zona Criminal».
[28]   Páginas 92 y 93:
“… No encontramos más que polvo, porque la servidumbre era apática y disfrutaba de verdadera vagancia británica. …”
[29] Este Atanasio del cuento se convierte en Mister Molkestone en la novela corta.




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