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viernes, 21 de julio de 2023

A la aventura con chaleco: Mi intervención en la presentación de La cura de todos los males de Nacho Platero

 

Este texto es una recreación a partir de mis notas de:

Presentación Una cura para todos los males de Ignacio Platero. 3 de junio de 2023. El Huesca (Carranque) 19 horas.

Empezaré dando las gracias: a Ignacio por cedernos tan impagable marco. A Nacho por pedirme que le acompañé en esta presentación y a ustedes, temerarios, por venir.

Imagen usada en las redes para dar a conocer la presentación


0.- Hablar de cine.

Estamos en la presentación de un libro, una novela, una buena novela, pero mis primeras palabras van a versar sobre cine y series de televisión.

No nos engañemos; el libro está muerto. Pero como un buen zombi alarga su vida a través de la nuestra, la de los lectores. El libro casi desaparecerá cuando lo hagamos nosotros. Lo haremos con grandeza, honor y brillando. Pero mientras llega ese momento debemos aceptar que nuestras referencias, las referencias que usamos para entendernos con el resto de la humanidad se apoyan en el mundo audiovisual y no en la literatura. Y eso, aunque sólo sea porque los que leemos, somos una minoría, maravillosa, pero minoría... y alguna vez, sólo alguna vez, no hemos leído el libro, pero si visto la película.

El incomparable marco, antiguo Huesca en Carranque

Todas las referencias que usaré las citaré primero por sus películas (en rojo), porque son estas películas las que han fijado a fuego el icono del arquetipo que voy a perfilar en esta breve, bueno no tan breve, intervención. Recalcar que no voy a hablar de las influencias[1] que a Nacho le han inspirado el libro que presentamos hoy. Sólo voy a hablar de la idea colectiva que tenemos de un personaje que todos reconocemos inmediatamente: el Capitán Nemo, un capitán de hombres y magnate tecnológico-industrial. Arquetipo que ha llegado hasta nuestros días y que no responde, ni de lejos, a la realidad. Nos aferramos falsamente a una idea romántica del inventor hecho a si mismo.

Y pese a ello seguiré hablando de libros. Y lo haré por dos razones: la primera es por romanticismo. Como Red Butler, protagonista de Lo que el viento se llevó (1935, Victor Fleming) soy un romántico empedernido, defensor de causas perdidas: él se enroló en el ejército confederado cuando era claro que perdían la guerra y yo hablo de libros por la misma razón. Y la segunda es por la inercia, toda una vida interesado por los libros. No me veo capaz de superar el tremendo coste emocional que me supondría cambiar ahora. El bueno de Alvin Toffler y su La tercera ola, de 1979, tendrían mucho que decir al respecto, pero como no hay película del libro, lo dejaré pasar.

Uno de los dibujos de las dedicatorias que realizó José Antonio Fiestas Joya durante la firma de ejemplares


1.- Antecedentes: cuando a la aventura se llevaba salacot y chaleco.

Desde la perspectiva y la ignorancia, la ciencia ficción escrita en las últimas tres, cuatro décadas del sigo XIX la llamo “victoriana” y eso que uno de sus grandes creadores es un francés de Nantes: Jules Verne.

Haciendo un ejercicio, que el bueno de Valle Inclán no dudaría en tildar de esperpéntico, esta literatura llamada, posteriormente, de ciencia ficción compartía varios elementos definitorios: se viajaba a la salvaje naturaleza de la mano de prodigiosos gadgets tecnológicos y se vestía rigurosamente: con chaleco, siempre, y salacot, si tocaba.

Nacho soplándose sus ardientes dedos, mientras yo no quiero verlo.


Aunque hay muchas obras con estas características quiero destacar dos, que conforman un díptico por su influencia en el inconsciente colectivo. Hablo del Díptico de Nemo:

20.000 leguas de viaje submarino (1954, Richard Fleischer, producida por Disney) con Kirk Douglas como protagonista de acción y el gran James Mason como Nemo. Verne escribió esta novela en 1870.

Isla Misteriosa (1961, Cy Endfield) con Herbert Lom como Nemo, película menor, de la interesante novela de Verne escrita en 1875.

Y voy añadir una tercera película, donde se introduce al Ingeniero Robur: El amo del mundo (1961, William Witney) con Vincent Price en el papel de Robur y Charles Bronson en el de marinero de acción. En cierto sentido parece un film fruto del éxito del de Disney, donde se clonan los personajes. Verne tituló la novela: Robur el conquistador (1886).

Capitán Nemo (James Mason)


Nemo y Robur son el arquetipo del capitán de hombre y de naves prodigiosas. Inventan y controlan las invenciones tecnológicas como lo hacen con los hombres. En la novela que nos ocupa La cura de todos los males (página 175) se nos define a Jason Law:

“…  Acabábamos de llegar y allí estaba Jason Law: Me sorprendió que fuera tan joven con todos los logros y la fama que había cosechado, pues apena aparentaba treinta y pocos años. Era alto, delgado, y lucía una postura imperiosa (…)

Tuve la impresión de que no se intimidaba por las gentes, y de alguna manera, tampoco esperaba nada de su público, No sabría traducir qué mezcla de condescendencia, orgullo y respeto había bajo aquella expresión. …”

Es el espíritu del liberalismo económico, que el neoliberalismo ha adaptado sin tapujos. Si antes eran el Capitán Nemo, el Ingeniero Robur y nuestro Jason Law, ahora son los Jeff Brezos, Steven Jobs, Elon Musk y Mark Zuckerberg los capitales de hombres a bordo de sus empresas start-ups.

El sueño, el concepto detrás de este arquetipo es que la creación de una mejora tecnológica debe usarse para el desarrollo económico y que eso se consigue, eso se domina con la voluntad férrea de un capitán, de un capitán de hombres.

¿Qué? ¿Empezamos? 


La cura de todos los males nos habla de cómo una colonia se desarrolla económicamente. El único ejemplo “real” de esta situación, que un país se desarrolla en “segunda oleada” tras el desarrollo de las potencias europeas; son los EE.UU. y por poco, no en vano su independencia del Reino Unido (1775-1781) coincide con la Revolución Industrial (en 1760 se inicia), lo que supone el inicio del desarrollo económico. 

Todo capitán de hombres, todo capitán Nemo tiene un plan que lo hace triunfador, se nos haya explicado o no. En el caso de Nemo y Robur su propio invento y su solvencia de recursos son muestras del éxito de su plan, por ello Verne no nos lo cuenta. En la novela que nos ocupa Jason Law en 1860 nos propone unas mejoras tecnológicas en los medios de transporte con una estética Diesel Punk, lo que le permite una producción igual de eficiente que la obtenida en el Reino Unido y una diferenciación del producto, que le da acceso a mercados más selectos, más rentables. Vaya todo un desarrollo de Marketing, aunque este no se inventará hasta 1902 en los EE.UU. Debo decir que la preocupación del autor de esta novela, vamos Nacho, de dotar a su entramado político económico de verosimilitud es encomiable, sobre todo en una época, nuestra época[2], donde el detalle por la tramoya no existe o se realiza con una burda brocha.

Si añadimos que en las últimas décadas del XIX todas las potencias europeas estaban a la búsqueda y captura de mercados para la venta de sus productos y lugares donde obtener materias primas, tenemos el cuadro completo del trasfondo de la novela de esta presentación. Vaya, lo que se conoció como el colonialismo que comenzó a acabar[3] en la Primera Guerra Mundial, en la segunda década del siglo XX. Nacho recrea este cuidado marco con mimo y esmero para desarrollar una historia de acción fantástica (en las acepciones segunda y cuarta del término según la Real Academia Española de la Lengua).


2.- Desarrollar un país no es fácil.

Bien lo saben, los que hayan visto: Un yanki en la corte del rey Arturo (varias películas, todas malas, desde 1931). Mark Twain escribió la novela en 1889. Esta novela estresa el problema de la industria auxiliar, cuestión que todos los autores “desarrollistas” de la ciencia ficción victoriana obvian. En Una cura para todos los males, Ignacio Platero es consciente de este problema como nos muestra esta cita de la página 202:

“… Supe luego que había ciertos elementos de la cabina y motores que habían sido forjados en fundiciones francesas, parte del motor y las turbinas en la de Leard. Otros en Prusia y Bélgica. Imagino que al no tener la potencia industrial suficiente para crear desde cero tal ingenio en las islas, se encargó a distintos países para evitar el espionaje industrial. …”

Y este es el problema inicial más visible para el desarrollo, hay más, como prueba: ahí están todos los países que no han conseguido desarrollarse aún, hoy día. Pese a ello, y gracias al afianzamiento del arquetipo, la sociedad, nuestra sociedad, no piensa eso, todo lo contrario. Piensa que el desarrollo económico es “fácil”. Y si estos países no se han desarrollado es por la desidia de sus pobladores, indígenas incultos todos ellos, por la falta de voluntad, por la falta de líderes, por la falta de capitanes como Nemo, como Robur y como Jason Law.

Otro de los dibujos que regaló José Antonio


Como explicar que no es cierto, que el mundo académico no sabe explicar el fenómeno del desarrollo de Europa y los EE.UU., que se siguen analizando como casos históricos. Que los nuevos países desarrollados de Asia, todos han tenido economías planificadas, sí, como si de un país comunista se tratase, para posteriormente y una vez alcanzado el nivel de desarrollo inicial, sí se ha dado carta libre al capitalismo, pero nunca antes. Dejar al capitalismo medrar a sus anchas es garantía suficiente para no alcanzar el desarrollo económico, no lo digo yo, lo dice la historia económica. Ahí están las facultades y sus planes de estudio para ratificar mis palabras. Sirva como botón de muestra la situación actual: China. China, que sigue siendo comunista en lo primordial, es la primera potencia industrial del mundo. El capitalismo es tan vigoroso que un país, pobre como las ratas, le ha dado una paliza monumental, simplemente planificando. Pero eso es otra historia que bien merece ser contada en otro momento.

3.- Antecedentes: conciencia social.

No todos los escritores de ciencia ficción victoriana eran reaccionarios o supremacistas. Había algunos con conciencia social, reflejo de lo que acontecía en el mundo en esos momentos, vaya en el Reino Unido, que para eso eran la 1ª potencia mundial. Así el pionero del movimiento obrero británico, pero opuesto a la lucha de clases marxistas, Robert Owen esparcía su pensamiento desde 1828, de hecho, aparece en la novela que presentamos. La sociedad británica Fabiana opera desde 1884 y el más importante: el alemán Karl Marx escribe su El capital en el Londres victoriano de 1867.

Perdiéndolo todo, otro dibujo de José Antonio


Sin duda La máquina del tiempo (1960, George Pal) interpretada por Rod Taylor es el más claro ejemplo de una historia de clases, de clases sociales. ¿Qué son si no, los Elois y los Morlocks? Sino la evolución “natural” de los burgueses y proletarios respectivamente. H. G. Wells escribió esta magnífica novela en 1895. Pero no es la única, La isla del Doctor Moreau (1996, John Frankenheimer) y con Marlon Brando en el papel del Mad Doctor[4], ¿no son acaso los animales humanizados una versión de los proletarios? Wells la escribió en 1896.

Y aunque sólo sea por la extraordinaria banda sonora de Ennio Morricone, en puro estado de gracia, cabe destacarse La Misión (1986, Roland Joffé), donde se nos propone una conquista y colonización idílica y por tanto imposible.

Nuestro Jason Law no sólo es un capitán de hombres, sino que tiene conciencia social, de hecho, el extenso apéndice de esta novela es la narración de como medió, con éxito, en la revolución proletaria de la colonia, evitando no sólo un baño de sangre sino trayendo un largo de periodo de paz social y prosperidad material. Eso sí, manteniendo el poder en manos de los burgueses y todo ello gracias al anticipo, en más de 100 años, de lo que conocimos en Europa como el Estado del Bienestar: El pacto de clases entre burgueses y proletarios vía el Estado, en el cual, los primeros se comprometían a cubrir (vía presupuesto del gobierno) las necesidades básicas de los proletarios: sanidad, educación y ciertas ganancias laborales: vacaciones y jubilación[5] entre otras y los proletarios renunciaban a la lucha armada. Y funciona, en la novela y en la realidad, funciona, así nos quedamos con la imagen de un Jason Law padre de los proletarios: Todo para los trabajadores… pero sin los trabajadores, claro está.

Lo del arquetipo, Paco, es una chorrada... y lo sabes.


4.- Acabando. El retorno a la metrópoli.

Es imposible ser original, y el que lo pretenda es que no ha leído lo suficiente, no ha visto suficiente cine. He desgranado lo más novedoso de La cura de todos los males frente a los cientos de novelas equiparables en la ciencia ficción victoriana. Y casi todo, por no decir todo, se ha basado en traer a colación cosas que llegaron posteriormente. Ya me vale, es verosímil, me lo creo. Recordemos que hablamos de ciencia ficción, y usted lector, al igual que yo, hemos disfrutado de la saga de La Guerra de las Galaxias (todo empezó: hace mucho tiempo, en una galaxia muy, muy lejana… más concretamente en Hollywood, en 1977 dirigida por Georges Lucas) cuya verosimilitud no es cero, es negativa: un infinito negativo.

Pero se me hace imposible hablar del arquetipo neoliberal del Capitán de Hombres de la industria moderna que nació con el Capitán Nemo y no hablar de la última reencarnación de nuestro querido capitán: La Liga de los hombres extraordinarios (2003, Stephen Norrington) una mala película basada en un magnífico cómic del legendario Alan Moore. En algún momento se le hará justicia a este cómic. Mientras ese momento llega, veamos que la lista de personajes de tan literaria Liga casi se solapa con los personajes de la novela La cura de todos los males. Ya he comentado que es del todo imposible ser original. Estas historias victorianas de ciencia ficción son primas hermanas, unas de otras, y han tenido centenares de sobrinos más modernos.

Así el Capitán Nemo es nuestro Jason Law, Allan Quatermain (Seann Connery en la película) es nuestro Steven Bullsom, Profesor Moriarty es nuestro Doctor Helmut Johns. Y para acabar el Henry Jekyll y Mr. Hyde es nuestro Joseph Blake (licántropo)[6].

Gracias y disfruten, como yo lo hice, de la lectura La cura de todos los males.

by PacoMan



[1] El Espíritu de maravilla que impregna la novela es deudor del que creaba Edgar Rice Burroughs en sus icónicos Tarzán y John Carter entre otras muchas de sus creaciones. Los primeros escritos de Charles Dickens han influido en el tratamiento de los personajes de esta novela. Es reconocible el toque “a lo”: Herbert G Wells y Robert Louis Stevenson. De los folletines de antaño ha emulado esa forma por captar el interés de los finales de entrega: el efecto conocido como cliffhanger. Seguro que hay más, pero ni yo lo he sabido ver, ni el autor reconocérmelos.

[2] Perdón por la autocita, en otro lugar he definido esta época, nuestra época como:

“… Son tiempos de estorninos, de escritores que no leen, de espectadores que ven sus series a velocidad acelerada, que con conocer el titular ya están perfectamente informados y que votan sin haber pensado. …”

[3] Aunque tuvo ramalazos hasta finales del siglo XX. Y aún hoy quedan ciertos vestigios minúsculos, pero existentes de colonias.

[4] El Mad Doctor una variante perversa del arquetipo del Capitán Nemo. El mal se adueña del capitán de hombres y lo aleja de la luz, del desarrollo económico y la conquista del mundo. De la conquista del mundo “de forma legítima”, vaya como las potencias europeas sometieron a África, Asia y América. Así el Mad Doctor quiere dominar el mundo, pero por un sendero equivocado… demasiado parecido a la revolución que promueve el comunismo, pero esa historia debe ser contada en otro momento.

[5] Todas esas libertades y ventajas que se están eliminando una a una en la actualidad de nuestras sociedades modernas, desaparecen como lágrimas en la lluvia.

[6] Aquí quiero destacar el cameo que un niño llamado Robert Louis Stevenson tiene en la novela que presentamos.


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