Este pasado 21 de julio de 2018 pude asistir a una de las Tertulias Sherlockianas (o Holmesianas) de Madrid. Se trata del grupo más dinámico de los existentes en el estado español. Ya conocía a muchos de los tertulianos en persona, a otros por Facebook y a otros tuve el placer de conocerlos en ese momento. La delegación Malagueña fue nutrida: los Wolfville brothers, Manuel Berlanga y un servidor. Me encontré en casa, como Miguel Ríos volviendo a su Granada natal.
Vuelvo
a Granada (1968) Miguel Ríos
Con orden y concisión se
expusieron los argumentos que la lectura de La
aventura de los seis napoleones (The
Adventure of the Six Napoleons) nos había suscitado. Cómo soy muy cumplido
y con la intención de no desmerecer, me preparé mi intervención: no fue la más
preparada, no fue la más sesuda, no fue la más ingeniosa, no fue la más
memorable, fue la mía. La única que os pudo colgar en mi blog, cosa que hago tras copiar de Wikipedia el
argumento del cuento:
“… Lo que empieza
aparentemente como la diversión de un loco obsesionado con Napoleón I, tal como
declara el inspector Lestrade, da un giro dramático cuando Horace Harker,
propietario de uno de los bustos destruidos, descubre en la escalinata de su
casa el cadáver del mafioso Pietro Venucci. Holmes se hace cargo de la
investigación y descubre rápidamente los verdaderos motivos del aparente
lunático. La "idée fixe" por la que, según Watson, el agresor
destruye los bustos de Napoleón, resulta ser la búsqueda de una perla negra
perteneciente a los Borgia y que el criminal -el malvado Beppo- había escondido
en uno de los bustos, tras habérsela robado al príncipe de Colonna. …”
Ilustrador Sidney Paget |
Mis Notas de
La aventura de los seis napoleones.
En diciembre de 1893 se publica El problema Final dando carta de
nacimiento a Moriarty “el Napoleón del crimen”. El cuento que nos ocupa se
publicó en mayo de 1904 siendo una aventura del resucitado Holmes (a diferencia
de El Sabueso de los Barkerville que
aunque es posterior en fecha de publicación a la fecha de publicación de la
muerte de Holmes, la aventura se sitúa antes en la cronología interna de las
narraciones). Cual no es mi sorpresa al encontrarme con:
“… no cabe duda de que anoche entro en su casa un peligroso
maníaco homicida que se cree Napoleón. …”
¿Doyle está dando una pista a sus
lectores, para que crean que Moriarty está detrás de la rotura de los bustos?
Pero la alegría dura poco en la casa del pobre; esta pista es fruto no deseado
de la traducción de José Manuel Ibeas para la edición del canon
de Cátedra, en la traducción de Lucía Márquez de la Plata para la edición del
canon
de Kingler en Akal se lee:
“… un peligroso y lunático homicida con delirios napoleónicos
entró en su casa la pasada noche. …”
Por despejar dudas, Doyle escribió:
“…that it is certain that a dangerous homicidal lunatic with
Napoleonic delusions was in his house last night. …”
Todo ha sido un espejismo.
Este cuento es uno de los más
recordados y apreciados del canon, incluso a mí me gusta, sin embargo es uno de
los menos plausibles. Las inducciones finales de Holmes se sustentan en la
colonia italiana de Londres. Basta que dos personas sean italianas para que ya
haya un lazo de unión y complicidad. Es cierto que es una comunidad cerrada en
sí misma y con una importante ley del silencio (Omertá), que sin embargo
en algunos lances del cuento no se tiene en cuenta, y en otros, como las
brillantes inducciones, si parece hacerlo.
Tenemos a un Sherlock con la
guardia no baja, paupérrima: parece una quinceañera victoriana enamorada,
cualquier alago le afecta. ¿Cuándo iba a permitir Sherlock que Lestrade le ocupase
su tiempo con una tontada como la rotura de un par de esculturas de cerámica?
por muy rico que fuera el doctor Barnicot propietario de los bustos rotos, ni
un pestañeo le hubiese ocupado en otros mejores momentos. Y ya puestos me
pregunto ¿no es más fácil romper el busto en un lugar más discreto y no dejar
restos en el propio lugar del crimen?
El asesinato, el requerido
asesinato para que el caso entre en la órbita de Holmes, resulta poco creíble,
eso sin conocer nada del asunto y una vez resuelto, lo es del todo. ¿Cómo se
puede ser el finado tan torpe de estar apostado acechando a su presa y pasar de
ser el cazador a ser el cazado y sin causar el más mínimo rasguño a la supuesta
víctima? Asesinado que lleva en el bolsillo la foto de un paisano que ya conoce
¿Qué iba a preguntar a los ingleses por un italiano? Un italiano que resulta
ser:
“…
Era un truhan bastante conocido en la colonia italiana. …”
Cuesta creer que nuestro
detective investigase la muerte de un extranjero pobre e italiano para más
INRI, por mucha “gracia” que le hicieran los bustos napoleónicos. Más aun con
el evidente desdén que los ingleses victorianos sentían por los pobres, los
obreros (“… Estaba mal vestido,
pero no parece un obrero. …”) por los extranjeros (“… en cuyas casas de apartamentos
sudan y se sofocan desplazados de toda Europa. …”) y aún más por los
extranjeros, obreros, pobres italianos.
Ilustrador Sidney Paget |
DETALLES DESTACABLES:
1.- ¿Seré yo? ¿Seré yo?, o Doyle
tenía ganas de acabar de escribir rápido el relato. En tres de los
interrogatorios sólo se narra las respuestas del interrogado, repitiendo en
forma de pregunta lo que a su vez se le preguntaba, lo que agiliza la lectura…
pero también la escritura. No recuerdo el uso de esta técnica narrativa en
ningún otro cuento, pero mi memoria flojea en exceso.
2.- Manipulación de la prensa.
Holmes manipula intencionadamente la prensa para conseguir que el delincuente
se confíe y prosiga con su modus operandi. Pese al desprecio absoluto a los
italianos, parece ser que estos leían el periódico a diario… al menos los
delincuentes. ¡Qué lujo de delincuentes! No sólo saben leer en su lengua
materna, sino también el inglés. ¡VENGA YA!
3.- Sabemos que los victorianos
eran de creer en la superioridad racial y que los criminales se les reconocía
por sus caras y cabezas, pero esto roza lo esperpéntico:
“… Ha
habido un acto de violencia, como se deduce de los hombros caídos y el cuello
estirado del individuo. …”
4.- Este cuento me ha hecho
refutar algo que sospechaba: la pobreza intelectual de los cachorros de la
derecha española, que no les da ni para inventar nuevos improperios. La más de
las veces les da únicamente para plagiar, en este caso a Doyle:
“… Es
una campaña nihilista, estoy seguro. Solo a un anarquista se le ocurriría ir
por ahí rompiendo estatuas. Republicanos rojos, eso es lo que son. …”
Sustitúyase nihilista por podemita (ya que dudo mucho que un
máster amañado en la Universidad Juan Carlos I o un supuesto doctorado en la Universitat Auònoma de Barcelona de para saber que es el
nihilismo) y cierre los ojos: ¿a qué esta frase la podría haber dicho Pablo
Casado o Albert Rivera?
by PacoMan
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